Error de calculo narrado por Rosalie

Un minúsculo sonido –no aquí, sino a unas cien yardas al norte- me hizo saltar. Mi mano se aferró automáticamente al teléfono, cerrándolo y ocultándolo de la visión en el mismo movimiento.

Coloqué mi pelo sobre mi hombro de un tirón y eché una ojeada furtiva al bosque través de las altas ventanas. El día era oscuro, nublado; mi propio reflejo era más brillante que los árboles y las nubes. Miré fijamente mis ojos anchos y asustados, mis labios curvados hacia abajo, el pequeño pliegue vertical de mi frente...
Fruncí el ceño, cambiando la expresión de culpabilidad por una de desprecio. Atractivo desprecio. Distraída, observé cómo una fiera expresión satisfizo mi cara, haciendo un contraste agradable con el oro de mis gruesos rizos. De la misma manera, mis ojos exploraron el vacío bosque de Alaska, y me hicieron ver que aún estaba sola. El sonido no había sido nada, un pájaro o la brisa.
No hay necesidad de aliviarse, me dije. No hay por qué disculparse. No he hecho nada malo.
¿Estaban los otros planeando no decirle nunca la verdad a Edward? ¿Dejarlo revolcarse en la angustia para siempre en los tugurios repugnantes, mientras que Esme se afligía y Carlisle conjeturaba cada una de sus decisiones, y la alegría natural de Emmett desaparecía lentamente en soledad? ¿Era eso justo?
Además, no había manera de guardar secretos a Edward a largo plazo. Antes o después él vendría a vernos, a ver a Alice o Carlisle por alguna razón, y luego habría descubierto la verdad. ¿Iba a darnos las gracias por mentirle con nuestro silencio? Difícilmente. Edward siempre tuvo que saberlo todo; él vive para este sentido del saber. Él habría tenido una gran rabieta, y se habría enfadado mucho solamente por el hecho de que le hubiéramos escondido la muerte de Bella.
Cuando se calme y deje atrás este lío, probablemente me dé las gracias por ser la única lo bastante valiente para ser honesta con él.

Millas a lo lejos, un halcón graznó; el sonido me hizo saltar y mirar a la ventana de nuevo. Mi cara adoptó la misma expresión culpable de antes y me lancé a mi misma una mirada de ira en el cristal.
Muy bien, así que yo tenía mi propio orden del día. ¿Era tan malo querer que mi familia estuviera unida de nuevo? ¿Era tan egoísta echar de menos la paz de cada día, la felicidad anterior que me habían concedido, la felicidad que Edward parecía haberse llevado con él en su vuelo?
Yo sólo quería que las cosas fueran como antes. ¿Era tan malo? No parecía tan horrible. Después de todo, yo no había hecho esto sólo para mí, sino para todos. Esme, y Carlisle, y Emmett.
No tanto para Alice, aunque yo lo habría asumido... Pero Alice había estado segura de que las cosas se resolverían al final –que Edward iba a ser incapaz de permanecer alejado de su pequeña novia humana- así que ella no había estado incómoda por el luto. Alice siempre ha funcionado en un mundo diferente al del resto de nosotros, encerrada en su realidad siempre cambiante. Desde entonces Edward fue el único que podría participar en esa realidad. Había pensado que su ausencia sería más dura para ella. Pero ella estaba segura como siempre, viviendo el futuro, con su mente en un tiempo que su cuerpo no había alcanzado todavía. Siempre tan tranquila.
Ella había sido frenética y valiente cuando vio a Bella saltar aunque...
¿Había sido yo demasiado impaciente? ¿Había actuado demasiado pronto?
Puede ser también que haya sido honesta conmigo misma, porque Edward vería cada poquito de mezquindad en mi decisión tan pronto como volviera a casa. Podía también reconocer mis malos motivos, aceptarlos ahora.
Sí, estaba celosa por la manera en que Alice trataba a Bella. ¿Habría corrido Alice tan precipitadamente si me hubiera visto a mí saltar desde un acantilado? ¿Había amado a aquella banal muchacha humana más que a mí?
Pero esos celos eran algo insignificante. Esto podría haber apresurado mi decisión, pero no controlarla. Habría llamado a Edward de todos modos. Estaba segura de que él preferiría mi honestidad directa y franca sobre el engaño más amable de otros. Su bondad estaba condenada desde principio; Edward habría venido a casa finalmente.
Y ahora él podría venir a casa más pronto.
No era solamente la alegría de mi familia lo que añoraba.
Francamente también echaba de menos Edward. Echaba de menos sus comentarios, su sarcasmo que congeniaba más con mi propio sentido negro del humor que la naturaleza chistosa y soleada de Emmett. Echaba de menos la música –su estéreo atronador, su último descubrimiento independiente y el piano, el sonido que teje sus pensamientos por lo general remotos en la transparencia de las canciones de Edward. Lo echaba de menos tarareando en el garaje a mi lado mientras poníamos a punto los coches, el único momento en que nosotros estábamos perfectamente sincronizados.
Echaba de menos a mi hermano. Seguramente él no me juzgaría demasiado duramente cuando viera esto en mis pensamientos.
Esto sería incómodo durante un tiempo, lo sabía. Pero cuanto antes volviera a casa, antes podríamos volver a la normalidad de nuevo...
Registré mi mente en busca de algún tipo de dolor por Bella, y estuve encantada de descubrir que realmente me afligí por la muchacha. Un poco. Ella había hecho feliz a Edward como no lo había visto antes. Por supuesto, ella también le hizo más miserable que ninguna otra cosa en su siglo de vida. Pero yo echaría de menos la paz que ella le había dado en esos cortos meses. Yo podría realmente lamentar su pérdida.
Este conocimiento me hizo sentir mejor conmigo misma, complacida. Sonreí a mi rostro en el cristal, enmarcándolo de nuevo en mi pelo dorado y las paredes rojas de cedro del salón largo y acogedor de Tanya, y disfrutando de la visión. Cuando sonreía, no había ninguna mujer u hombre en este planeta, mortal o inmortal, que pudiera competir conmigo en belleza. Era un pensamiento confortable. Quizás yo no era la persona más fácil con quien vivir. Quizás yo era superficial y egoísta. Quizás yo habría desarrollado un carácter mejor si hubiera nacido con una cara poco atractiva y un cuerpo aburrido. Quizás habría sido más feliz de esa manera. Pero eso era imposible de probar. Yo tenía mi belleza; era algo con lo que podía contar.
Ensanché mi sonrisa.

El teléfono sonó y automáticamente mi mano se tensó, aunque el sonido procedía de la cocina y no de mi puño.
Supe en seguida que era Edward. Llamaría para comprobar la información que le di. Él no habría confiado en mí. Aparentemente me vio lo bastante cruel para gastarle una broma sobre esto. Fruncí el ceño mientras revoloteaba a la cocina para contestar al teléfono de Tanya.
El teléfono estaba muy al borde del largo y obstaculizador mostrador de carnicero. Lo atrapé antes de que el primer pitido cesara, y me giré hacia las puertas francesas cuando contesté. No quería admitirlo, pero sabía que miraba afuera por si regresaban Emmett y Jasper. No quería que me oyeran hablar con Edward. Se enfurecerían...
- ¿Sí? – pregunté.
- Rose, necesito hablar con Carlisle ahora mismo – Alice habló bruscamente.
- ¡Oh, Alice! Carlisle está cazando. ¿Qué...?
- Bien, pero que me llame en cuanto llegue.
- ¿Qué pasa? Lo detectaré enseguida y haré que te llame...
- No – Alice interrumpió de nuevo -, habré tomado un vuelo. Oye, ¿sabes algo de Edward?
Sentí mi estómago retorcerse, pareció caerse más abajo en mi abdomen. El sentimiento trajo consigo una extraña sensación de déjà vu, una indirecta débil de una memoria humana perdida durante mucho tiempo. Náuseas...
- Bien... Sí, Alice. Ahora. He hablado con Edward. Hace tan solo unos minutos –por un instante barajé la idea de fingir que Edward me había llamado a mí, una simple coincidencia. Pero por supuesto no había razón para mentir. Edward iba a darme bastantes problemas cuando regresara a casa.
Mi estómago continuó apretando de manera extraña, pero lo ignoré. Decidí mostrarme enfadada. Así Alice no me hablaría bruscamente. Edward no quería mentiras; él quería la verdad. Él me apoyaría en eso cuando volviera a casa.
- Tú y Carlisle estabais equivocados – dije -. Edward no apreciaría la mentira. Él quería la verdad. La quería. Así que se la di. Le llamé... le llamé muchas veces – admití -. Hasta que lo cogió. Un mensaje podría haber sido... equivocado.
- ¿Por qué? – Alice jadeó - ¿Por qué lo has hecho, Rosalie?
- Porque cuanto antes dejara esto, antes volveríamos a la normalidad. El tiempo no facilitaba las cosas, así que ¿por qué aplazarlo? El tiempo no iba a cambiar nada. Bella está muerta. Edward se afligirá, y luego lo olvidará. Mejor que empiece ahora que más tarde.
- En fin, te has equivocado en ambos casos, aunque, Rosalie, era fácil suponer que iba a ser un problema, ¿a que sí? – Alice preguntó en un tono violento y cruel.
¿Equivocada en ambos casos? Parpadeé con rapidez, intentando comprender.
- ¿Bella aún está viva? – susurré, sin creer las palabras. Sólo intentaba comprender a qué casos se refería Alice.
- Sí, exacto. Ella se encuentra perfectamente...
- ¿¿Perfectamente?? ¡La viste saltar desde un acantilado!
- Me equivoqué.
Las palabras sonaron extrañas en la voz de Alice. Alice, quien nunca se equivocaba, nada la pillaba por sorpresa...
- ¿Cómo? – susurré.
- Es una larga historia.
Alice estaba equivocada. Bella estaba viva. Y yo había dicho...
- Bien, tú has cometido un error – gruñí, convirtiendo mi disgusto en acusación -. Edward estará furioso cuando llegue a casa.
- Pero en eso también te equivocas – dijo Alice. Podría decir que estaba hablando entre dientes -. Esa es la razón por la que llamo...
- ¿En qué? ¿En que Edward va a volver a casa? Por supuesto que lo hará – me reí burlona - ¿Qué? ¿Piensas que va a actuar como Romeo? ¡Ja! Algo estúpido, romántico...
- Sí – Alice siseó, su voz era como el hielo -, eso es exactamente lo que vi.
La dura convicción de sus palabras me hizo sentir mis rodillas extrañamente inestables. Agarré una viga de madera de cedro como soporte, un soporte que mi cuerpo, duro como el diamante, no podría necesitar – No. Él no es tan estúpido. Él... él debe hacer que...
Pero no pude terminar la frase, porque yo pude ver en mi mente mi propia visión. Una visión de mí misma. Una impensable visión de mi vida si por alguna razón Emmett dejara de existir. Me estremecí sólo de pensarlo.
No, no había comparación. Bella era sólo una humana. Edward no quería hacerla inmortal, así que no era lo mismo. ¡Edward no podía sentir lo mismo!
- Yo... yo no pensé así, Alice. ¡Yo sólo quería que él volviera a casa! – mi voz era casi un aullido.
- Es un poco tarde para eso, Rose – dijo Alice, más dura y fría que antes -. Guárdate tu remordimiento para quien te crea.
Hubo un clic, y luego un pitido.
- No – susurré. Sacudí mi cabeza lentamente por un momento -. Edward tiene que volver a casa.

Miré mi cara en el panel de cristal de la puerta francesa, pero ya no pude verla más. Era sólo una mancha amorfa de blanco y dorado.
Luego, a través de la mancha, muy lejos en los bosques distantes, un enorme árbol se tambaleó peligrosamente, perdiendo la sincronía con el resto del bosque. Emmett.
Tiré de la puerta para apartarla de mi camino. Se cerró bruscamente dando un golpe en la pared, pero el sonido estaba lejos detrás de mí cuando me sumergí en el verde corriendo a gran velocidad.
- ¡Emmett! – grité - ¡Emmett, ayúdame!

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