Capítulo 9
Deseo
Las aletas de mi nariz vibraban producto de la excitación.
El premio estaba muy cerca, lo podía sentir en el aire.
Su respiración agitada, el olor a su sangre, el golpeteo de su pequeño corazón.
Era muy fácil para mi encontrarle, lo haría aun con los ojos cerrados.
Todo mi cuerpo se encontraba sumido en un ardiente deseo por sangre.
No era consiente de mis hermanos ni de mi padre que se encontraban, tal vez, un poco más atrás.
La hembra estaba delante de mi, demasiado consiente de que esta vez ella sería la presa. El miedo en sus ojos lo confirmaba.
Inútilmente trató de huir pero al ver que le cerraba el paso se plantó delante de mi enseñándome sus afilados colmillos y alzando una garra en señal de lucha.
Todo terminó rápido para ella yo no era un asesino despiadado.
Nos alimentamos de ella y después dimos casa a su compañero, un espécimen que le superaba en fuerza y en tamaño, pero de todos modos de nada sirvió.
Sentí la sangre corriendo por mi cuerpo, calentándolo de adentro hacia a fuera.
Lentamente mi necesidad de sangre disminuía. Aunque no cesaba, solo dormía por unas cuantas semanas o hasta que volviera a estar nuevamente frente a Bella.
Por ahora sería mas fácil luchar contra la tentación que significaba para mi, en todos los sentidos posibles de la palabra.
Logré abstraerme completamente por unas horas de lo que podría haber sucedido esos días de ausencia en Forks.
No podría decir que fue algo fácil de lograr, muy por el contrario…
Esa madruga, cuando me separé de Bella, el camino hasta California fue lento, dudando a cada minuto si volver o no era la decisión más adecuada.
Creí que lo mejor sería no despedirme, eso le daría menos oportunidades para planear algo arriesgado o inconsciente.
Seguramente se habría molestado cuando vio a mi hermana esperando por ella en mi lugar.
Tampoco creo que le hiciera mucha gracia que la secuestran en un improvisado Spa, sometida a los tormentos de la manicure, masajes relajantes y otros miles de tormentos que había preparado Alice.
Y fue al escuchar su amenazante mensaje que comprobé lo molesta que estaba.
“—Estás metido en un lío, en uno bien grande—” . Decía con voz irritada. “—La próxima vez, los osos pardos enfadados te van a parecer oseznos domados en comparación con lo que te espera en casa—
Pero a pesar de sus palabras estaba eufórico por llegar a casa de una vez.
Levantamos el campamento que habíamos armado como fachada humana y emprendimos el camino.
Insistí en manejar, con suerte llegaríamos pasada la medianoche.
La carretera pasaba monótona aun a la gran velocidad a la cual nos desplazábamos.
Apretaba firmemente el volante cada vez que debía cruzar por un poblado, en cada ciudad, en cada puesto de vigilancia con el cual nos cruzábamos. Odiaba manejar humanamente cuando sentía una inhumana necesidad de llegar junto a ella.
Y aunque pareciera imposible la distancia fue acortándose a cada kilómetro que dejé atrás, hasta que al fin estacioné frente a la casa de mis padres, frente a una vieja motocicleta.
Perplejo me quedé sentado comprendiendo que solo había un explicación para que se encontrara estacionada ahi.
Había estado tan absorto contemplando el vehiculo que no fui consiente de que Alice permanecía de pie junto a la puerta con las manos nerviosamente entrelazadas.
—Ella esta durmiendo, por favor no hagas un escándalo—. Dijo con ansiedad en sus ojos.
Pero simplemente ya no podía hacer eso.
Por mucho que quisiera, que lo necesitase en ese momento.
Nunca más volvería a dudar de su buen juicio, debía permitirle vivir.
Aunque fuera solo por un par de semanas o el tiempo que lograra ganar para ella.
Era la única solución, debía dar para lograr un fin mayor.
Debía permitirle elegir si lo que quería era ella viviera.
Sería un sacrificio que tendría que afrontar, uno dolor que tragar.
Tendría que dar un paso al costado, pero siempre con la frente en alto.
Manteniendo a mi enemigo cerca de mi, bajo la vigilancia de mis ojos, de mis sentidos.
—No te preocupes Alice, no lo haré—.
—Todo fue tan rápido, habíamos llegado al Instituto.
No lo pude ver, si no cuando fue muy tarde para hacer algo y te juro que de no haber sido por los humanos que estaba ahí…..
Y lo único que pude hacer fue ver como se alejaba montada en la motocicleta de ese apestoso chiquillo—.
—¿Quieres decir que él fue por Bella al instituto?—.
Apreté mis puños con todas mis fuerzas.
Ser tolerante sería demasiado duro.
—Si… Creo que si. Ya sabes que no puedo verle.
Pero estoy segura que ella no sabía nada, o por lo menos no lo había planeado—.
Maldito Jacob Black, era mas astuto de lo que imaginaba.
—No sabes cuanto lo siento.
Pensé en llamarte pero no quise arruinar otra vez el fin de semana para todos. Además no ha pasado nada, o por lo menos esta físicamente a salvo—.
—¿Que quieres decir con eso?—
—No tenía buen aspecto cuando volvió esa tarde—.
—Quiero verlo—. Demandé.
Vi a Bella en su recuerdo.
Completamente mojada, tiritando, aun más pálida que de costumbre aun para ella, mientras ingresaba a la cochera con la motocicleta a un lado.
Pero en su rostro se dibujaba una mueca de dolor y no era por el frio.
A ella le dolía el alma.
—¿Y no ha dicho nada más?— Le pregunté a mi hermana dejando sus recuerdos a un lado y buscando en voz la respuesta que no me daba su mente.
—No—. Dijo a nuestras espaldas Esme. —Tomó un baño y se durmió. No ha sido culpa de tu hermana—.
Entonces fui consiente que toda mi flamilla estaba reunida a nuestro alrededor.
Todos, contemplándome, esperando que en cualquier momento estallara en maldiciones.
Sintiendo pena por mi.
Pero ya sabía que hacer, ahora solo debía controlarme.
—Lamento volver a preocuparlos, se que no he manejado todo este asunto de la mejor manera pero créanme que de ahora en adelante trataré de hacer las cosas bien.
Creo que es mejor que no se preocupen más por todo este asunto de Bella y el chico Black—
—¿En realidad piensas eso?—. Comentó incrédulamente Emmett. —Si fuera por mi ahora mismo deberíamos ir a darles una buena lección a esos chuchos—.
Rosalie le propinó un golpe en el hombro y él le miró asombrado.
—Estoy seguro que en realidad no quieres hacer eso, creo que nadie de nuestra familia quiere eso realmente. ¿O me equivoco? —. Le preguntó Carlisle tranquilamente.
Todos afirmaron con la cabeza y dirigieron a mi nuevamente sus miradas.
—Por mi esta bien.
Creo que es mejor mantenernos al margen de esta amistad entre Bella y los licántropos.
Nada parece lograr alejarla de ellos.
Tal vez la psicología inversa funcione—.
—¿Pero crees que esté a salvo?—. Preguntó Alice muy preocupada.
—No estoy seguro Alice.
Me siento impotente ante esta situación. De nada a servido todo lo que planee para mantenerle a salvo.
Y no te preocupes, el coche es tuyo. Ha sido un regalo, disculpa por pedirte algo a cambio.
Creo que por más medidas que tomara en el futuro ella volvería a escapar sin que ninguno de nosotros pudiera hacer algo para evitarlo—.
—Yo podría evitarlo—. Dijo Rosalie seriamente.
—Estoy seguro de eso, pero creo que debemos dejar que Bella tome sus propias decisiones.
Yo pagaré por todas ella, de eso no hay duda pero esto ya no debe molestarlos—.
“—Hay Edward—“. Pensó Rosalie. “—De verdad que eres un idiota—”. Para luego seguir con sus pensamientos.
Y aunque no quise seguir escuchando me enteré de su platica la noche anterior. Me resultaba casi incomprensible que mi hermana se abriera de esa manera con Bella. Sin duda que debió de ser increíble poder verlo.
—No seas ridículo hijo, Jamás lo ha hecho—. Continuó Esme hablando desde su corazón. —Ella también es importante para nosotros y queremos que este a salvo—.
Volvi a la realidad.
Pero no podía revelar ahí delante de todos mis verdaderos temores.
Ni yo mismo era capas de hacerlo claramente, o por lo menos no en ese momento.
—Si Edward cree que es lo mejor, creo que debemos aceptar lo que él dice—.
Agradecí las palabras de mi padre, como siempre él apoyaba mis decisiones aun y cuando le sonaran extrañas o difíciles de comprender.
—¿Y como les fue en su fin de semana?—. Preguntó mi madre desviando el tema fuera de mi persona. —Veo que tienen muy buen aspecto—.
Todos comprendieron sus intenciones y mis hermanos comenzaron a narrar lo ocurrido.
Por ahora todo estaba bien, Bella había regresado y estaba ahí, a solo unos cuantos metros.
Si me concentraba podía escuchar su corazón latiendo casi imperceptiblemente.
Latiendo para mi, dándome una verdadera bienvenida.
Jamás, en todos mis años de existencia fui tan feliz de volver a casa pero me desconcertó lo que vi al ingresar silenciosamente a mi dormitorio.
No había tenido tiempo de preguntarle a mi hermana si le había gustado o no la cama, pero al parecer la respuesta era clara.
Lo primero que pude notar al cerrar tras de mi la puerta fue su olor que me llegó de golpe.
Era extraño sentirlo así en aquel lugar de mis eternas soledades.
Inspiré profundamente, disfrutando cada cuchillo que desgarraba mi garganta.
Cerré mis ojos fascinado por aquel embriagador efluvio y por ese placentero dolor.
Pero al abrirlos nuevamente vi que la cama estaba inmaculada, ni una sola arruga se veía sobre ella.
Bella no dormía ahi, lo hacía sobre mi sillón y lo hacía profundamente.
Me hinqué juntó a ella.
Su respiración era acompasada, tranquila.
Traté de comprender el por que de su comportamiento. Su actuar no tenía sentido… Nuevamente con sus actos me dejaba perplejo.
De nada serviría devanarme los sesos tratando de encontrar una respuesta lógica, con Bella siempre sería lo contrario a lo normal, a lo predecible.
Pero que importaban sus reacciones incomprensibles, que importaba que aun tomando todas las medidas para que se mantuviera a salvo mientras yo no estaba, hubiera logrado ver la forma de librarse de sus carceleras.
En ese momento lo único que verdaderamente importaba era que estaba junto a mi, viva, hermosa con el cabello alborotado que le caía parcialmente sobre el rostro.
Me incliné sobre ella, sin tocar su piel, luchando con el deseo se hacerlo, inspirando el olor que emanaba de ella.
Suavemente la alcé entre mis brazos, manteniendo su cuerpo lejos del mío, evitando despertarla con el gélido contacto de mi dura piel.
Le sostuve sin dificultad con una mano mientras tiraba del dorado cubrecama para depositarla suavemente justo en el medio de la cama.
Me recosté yo también pero alejado de ella, temiendo en todo momento que despertara, contemplándola en la oscuridad profunda de la noche donde las nubes cubrían por completo la luz de la luna.
Estaba feliz de estar nuevamente en casa.
Le había extrañado aun más que nunca esos días que me parecieron interminables.
Que importaba mis preferencia alimenticia, de todas maneras el sabor variaba solo levemente.
No me importaba comer venados por el resto de mis días si con eso lograba permanecer cerca de ella todo el tiempo que me fuera posible.
Estar lejos de ella me causaba reacciones psicosomáticas.
El sólo pensar que ella se encontraba en cualquier clase de peligro estando yo tan lejos, generaba en mi dolores físicos verdaderamente agudos.
Todo mi cuerpo dolía cuando ella me faltaba.
Estiré mi brazo para rozar apenas su frente, añorando su contacto.
Bella se quejó sensualmente y entreabrió los ojos levemente, levantó los brazos desperezándose y volvió a cerrarlos apretándolos fuertemente esta vez.
Rodó hacia mi en la enorme cama y permaneció de costado.
Pude ver la sorpresa que le provocó despertar en un lugar diferente del cual se había dormido, debí suponer que eso pasaría.
—Lo siento —. Dije suavemente en un susurro. —No pretendía despertarte—.
Esperé una lluvia de acusaciones y de reproches por detenerla contra su voluntad pero sólo tensó su cuerpo y no pronunció palabra alguna.
Su silencio quemaba tanto como su aroma.
Debía estar molesta, no había duda de eso. Pero cuando comenzó a buscarme con los brazos extendidos hacia mi sentí que todo lo que debía mantenernos molestos no importaba en ese momento.
Ella era mía y yo suyo por siempre, no necesitábamos nada más, era suficiente para ambos.
Se acercó a mi y le recibí con los brazos abiertos, rodeándola, abrazándola. Estar junto a ella era volver a la vida.
El placer me inundó por completo cuando sus labios se posaron sobre mi cuello, despertando cada terminal nerviosa de mi cuerpo.
Siguió su recorrido besando mi mentón hasta encontrar mis labios.
Era muy difícil concentrarme en otra cosa que no fuera en su cuerpo en esos momentos, pero aun así logré despejar mi mente y mantener mis prioridades.
—Venía preparado para soportar una ira que empequeñecería a la de los osos pardos, y ¿con qué me encuentro? Debería haber hacerte rabiar más a menudo—.
—Dame un minuto a que me prepare —. Agregó bromeando mientras me besaba nuevamente con los ojos cerrados.
—Esperaré todo lo que quieras —. Dije contra sus labios, separándome de ellos solo por esos cortos momentos.
Bella rompía todas mis barreras, aniquilaba todo mi autocontrol y aquel juego de palabras no hacia más que incrementar mi excitación.
— Quizá por la mañana—.
—Lo que tú digas—. Le respondí siguiendo su sensual juego.
Besé la comisura de su boca y luego seguí el borde de su mandíbula queriendo descender hasta las profundidades de su cuerpo, deteniéndome en su pecho y besando su también su ombligo.
—Bienvenido a casa —. Susurro Bella sacándome de mis poco prudentes pensamientos. —Me alegra que hayas vuelto—.
—Eso es estupendo—.
Era tan fácil dejar volar mi imaginación cuando estaba cerca de ella.
Por lo general siempre lograba controlarme, pero la angustia y la separación habían aniquilado mi tan precario autocontrol.
Ella dejo escapar un sensual sonido al mismo tiempo que su brazos en enroscaban en mi cuello y se pegaba un poco más a mi.
Fascinado por la sensación placentera que su contacto producía en mi, me deje llevar por el ritmo de su corazón contra mi cuerpo.
Era el sonido más perfecto que existía sobre la tierra, jamás había escuchado algo tan relajante y a la vez tan perturbador.
Le conocía demasiado bien, había estudiado cada uno de sus diferentes ritmos e intensidades.
Y en ese momento latía frenéticamente.
Mis manos desencierro por el borde de su cuerpo acariciando suave pero groseramente cada parte que encontraba.
Tiritó entre mis brazos mientras mi mano bajaba por sus costillas y también vibré yo al sentirlo.
Acaricié su vientre y su cintura al llegar hasta ella, levantando levemente su camiseta para pasar mi dedo sobre su ombligo pero no me detuve ahí más que unos segundos, mi mano siguió descubriendo su fisonomía.
Encontré la curva de su cadera y me permití ir más allá descendiendo por su muslo, midiendo la redondez de sus formas. Acaricié también su pierna en mi descendiente reconocimiento, hasta llegar a la rodilla y seguir mi recorrido deteniéndome en su pantorrilla donde cerré mi mano.
Podía imaginarme guiando su pierna para que la enroscara contra mi cadera.
Podía imaginar el contacto de su cadera contra la mía, de su pecho contra el mío, de su respiración en mi oído mientras besaba su cuello.
No había parte de su ser quisiera poseer por completo, la deseaba como nunca antes lo había hecho.
Era increíble para mi estar ahí en mi cuarto, cuantas noches contemple la luna solitaria, tan solitaria como yo mismo.
Ahora sin embargo estaba ahí con ella, recostados en la suave cama que había elegido para ella pero que por alguna extraña razón Bella despreciaba.
Besé su clavícula subiendo por su cuello.
—No es por atraer tu cólera antes de tiempo —. Pregunté mientras besaba suavemente su cuello. —, pero ¿te importaría decirme qué tiene de malo esta cama para que la rechaces?—.
Sin darle tiempo para contestar rodé sosteniendo a Bella contra mi cuerpo hasta que ella quedó sobre mi.
Sus piernas cayeron a lado y lado de las mías y pude sentir su peso como una caricia sensual y estimulante.
Era una amazona cabalgando mi cuerpo.
Las palmas de sus manos calentaban mi pecho mientras sostenía su rostro hacia arriba dejando al descubierto su cuello y besándolo golosamente.
Seguí diciéndome que todo estaba bien, que era posible para mi detenerme cuando yo quisiera.
Que todo era solo una forma de demostrarles las virtudes y ventajas que tenía una cama tan grande cómo en la que nos encontrábamos en esos momentos.
Pero no ayudaba mucho que Bella respirará agitadamente, nunca me había permitido llegar tan lejos junto a ella.
Pero cada vez que descubría un poco más, cada vez que probaba el limite de mis fuerzas me era más difícil retroceder.
Y lo pude sentir.
Pude ver todo claramente en mi mente, pude ver que sería lo más increíble e intenso que sentiría en toda mi existencia.
Sabía que debía detenerme, pero me sentía feliz y lo mas importante es que me sentía capas de detenerme si me lo proponía.
Y fue tan intenso que no pude hacer nada mas que alejarme antes de empezar.
Cuando era prudente e inteligente de mi parte hacerlo.
Dejé de lados mis estupidos y candentes sueños, controlando el resultado de mi excitación que ya comenzaba a notarse en mi cuerpo.
Me concentré en el sonido de mi familia que llegaba desde la sala y si yo podía escucharlos era claro que ellos también a nosotros.
—¿Qué le pasa a la cama? —. Pregunté otra vez, ahora más dueño de mi mismo que nunca.
—Me parece estupenda—.
Pero Bella dijo que era innecesaria para luego seguir el borde de mis labios con la punta de su lengua.
Que fácil le resultaba tentarme hasta olvidar todo lo que era impórtante.
Sabía lo que era correcto pero aun faltaba algo que quería hacer, otra sensación que experimentar.
Giré sobre mi cuerpo otra vez, esta vez lentamente como si su figura fuera del cristal mas delicado hasta que su espalda descansó sobre la cama y mi cuerpo quedó sobre ella, teniendo el mismo cuidado para que no soportara mi peso.
Y aunque el contacto entre nosotros no era más que un pequeño roce, sentí como emanaban de ellas grandes olas de fuego con cada golpeteo desbocado de su corazón.
Refuté sus palabras, en mi sofá no podríamos hacer algo tan agradable como lo que estábamos haciendo.
Acerqué entonces boca a la suya y con la punta de lengua recorrí yo sus labios.
La respiración de Bella cambió de ritmo vertiginosamente y comenzó a jadear en mi boca.
Ese era mi punto de retroceso, no debía permitirme avanzar más allá.
Y aunque mi cuerpo estaba embriagado de ella, tuve la lucidez necesaria para saber que hacerlo sólo traería mas que complicaciones.
Reí nerviosamente tragando el veneno que llenaba mi boca.
—¿Has cambiado de idea? —. Preguntó Bella entre pequeños y sonoros jadeos.
No quería frústrala, no quería que compartiera mi carga.
Había sido un verdadero idiota.
¿Por que rayos no podía controlar mi sed de ella?.
¿Por que le daba ilusiones, por que encendía su fuego?
No era justo para ella y tampoco lo era para mi.
“Idiota, idiota, idiota vampiro lujurioso y descontrolado.
Controla tu cuerpo, piensa en….. Piensa en…. En… En Esme, si!!, piensa en Esme y… y .. en Rosalie. Piensa en cualquier figura femenina que no sea la de Bella”.
Me dije tratando de calmar mi cuerpo.
Edward Cullen era el estupido más grande sobre la faz de la tierra y de eso no había duda.
A donde quería llegar, si en realidad no podía llegar a ningún lado.
Giré nuevamente desprendiéndome de ella hasta quedar recostados frente a frente y con suspiro dejé salir de mi el último rastro de excitación de mi cuerpo.
—No seas ridícula, Bella —. Contesté hipócritamente, agradeciendo que fuera la más negra de las noches para que no pudiera leer la mentira escrita en mi cara. —Sólo intentaba ilustrarte acerca de los beneficios de una cama que tan poco parece gustarte. No te dejes llevar—.
¿Pero que más podía hacer?
¿Decirle lo mucho que la deseaba en ese mismo momento.
Que lo que en realidad quería era dejarme llevar por la pasión y el desenfreno que me ella me provocaba?
No. No podía hacer eso.
Bella dijo que era demasiado tarde para evitar que se formara sugerentes ideas. Pero también dijo que le encantaba la cama.
Algo era algo, por lo menos no todo estaba perdido.
—Bien —. Le respondí mientras besaba su frente. A mi también me gustaba.
Aunque ella pensaba que era innecesaria, sobre todo por que no pensábamos llegar hasta el final.
Y si pasara seria exactamente eso para ella, seria su final.
Nuevamente todo era culpa mía.
Sabía que no debía darle falsas esperanzas, pero había sido tan difícil resistirme. Había caído en la tentación de su piel.
Una vez más maldije mi falta de control y suspiré resignado.
—Por enésima vez, Bella, es demasiado arriesgado—.
—Me gusta el peligro —.
Eso estaba claro para mi, sobre todo con su vieja motocicleta estacionada en el garaje.
Como si andar con una pandilla de licántropos no fuera suficientemente arriesgado.
También corría por la carretera montada en cacharro digno de un museo.
—Yo diré qué es peligroso:
Un día de estos voy a sufrir una combustión espontánea y la culpa vas a tenerla sólo tú—. Comentó antes que de que pudiera decir algo sobre sus palabras.
Verdaderamente era aficionada al peligro.
Pero yo era peor que una vieja motocicleta, yo era el peligro personificado para ella.
Estiré mis brazos, alejándola. No quería que estuviera cerca de mi si le hacia sentir de esa manera.
Yo nunca le decía lo mucho que me costaba estar cerca de ella mientras todo mi cuerpo anhelaba tomarla y hacerla mía.
Nunca rehuida de su brazos o de sus besos aunque eso fuera una verdadera tortura para mi.
—¿Qué haces? —.
Se quejó Bella mientras trataba de sujetar mis cuerpo y le respondí que sólo la protegía de la nombrada combustión.
—Si no puedes soportarlo...—.
—Sabré manejarlo —. Respondió antes que pudiera terminar mi frase.
Dejé caer mis brazos y ella volvió a ocupar su lugar junto a mi.
La culpa no era de Bella, yo le daba falsas esperanzas cuando sabía perfectamente que no debía hacerlo.
—Lamento haberte dado la impresión equivocada. No pretendo hacerte desdichada. Eso no está bien—
Pero Bella seguía sin poder ver lo potencialmente peligroso que era para ella, ahí, recostado junto a ella.
Compartiendo esa intimidad casi marital.
—En realidad, esto está fenomenal—.
Ella tenia razón, si era fenomenal y eso era lo que lo hacía demasiado difícil de manejar.
Respiré hondo y recurrí a toda mi fuerza para lograr control sobre mi mismo.
—¿No estás cansada?—. Dije desviando el tema a uno más seguro. — Debería dejarte para que duermas—.
Lógicamente respondió que no lo estaba y que no le importaba si le volvía a dar la impresión equivocada.
Y eso era una muy mala idea. Ella no era la única que podría dejarse llevar, esa noche más que nunca.
—Sí lo soy— Se quejó como una niña malcriada.
Reí por su comparación. Bella no tenía ni la más mínima idea de toda la energía que debía invertir en mantener a raya mi deseo.
—Tampoco ayuda mucho que estés tan ávida de socavar mi autocontrol—. Dije seriamente.
Pero ella no pediría perdón por hacerlo.
Gemí internamente. Debía llevarla a temas más cotidianos y seguros.
—¿Puedo disculparme yo?—. Dije rápidamente.
—¿Por qué?—.
Le recordé que estaba enojada conmigo, por lo menos esa impresión daba el mensaje en mi móvil.
— ¿No te acuerdas?—.
—Ah, eso—.
Me disculpé lo mejor que pude.
Estaba arrepentido, me había equivocado. Pero me sentía más tranquilo cuando sabia que ella estaba a salvo junto a mi familia, en mi casa.
Me permití apretarla solo un poco más contra mi cuerpo. Ahí entre mis brazos siempre estaría segura y era la única manera de estar tranquilo.
Estar sin ella alteraba mi estado de animo, me ponía ansioso, nervioso hasta paranoico.
—No creo que vuelva a irme tan lejos. No merece la pena—.
Por ella seria capaz de alimentarme solo de ardillas si era necesario.
—¿No localizaste a ningún puma?—.
—De hecho, sí, pero aun así, la ansiedad no compensa. Lamento que Alice te haya retenido como rehén. Fue una mala idea—. Volví a disculparme.
Ella coincidió con mis palabras y prometí que nunca volvería ha hacer algo como eso otra vez.
Bella aceptó mis disculpas pero decía que las fiestas de pijamas tenían sus ventajas y se acurrucó un poco más contra mi.
—Tú puedes raptarme siempre que quieras—.
—Um eso era demasiado tentador, tanto que me arrancó un suspiro pensando en todo lo que podríamos hacer aquí, encerrados los dos, con esta enorme cama a nuestra disposición.
—Quizá te tome la palabra—. Le contesté hundiendo mi nariz en su cabello e inhalando su fragancia.
“¡Basta, basta!” . Me ordené. Yo no tenía remedio.
—Entonces, ¿ahora me toca a mí?—
—¿A tí? —. Pregunté confuso.
Me aclaró que era su turno para disculparse pero yo no creía que hubiera un motivo por el cual ella debiera hacerlo.
Y cuando preguntó si no estaba molestó le dije que no.
El único que no dejaba de cometer errores era yo.
—¿No has hablado con Alice al venir a casa? —
Y dejó ver su preocupación por mi hermana y su flamante presente, temía que se lo quitara.
En cierta medida me ofendió con su comentario.
Primero que todo por que era un regalo y segundo por que Alice no tenia la culpa de nada y no era justo quitarle algo que le debía hace tanto tiempo.
—¿No quieres saber qué hice? —.
Seguro que estaba asombrada por mi aparente y muy bien fingida falta de preocupación pero quería que viera que había cambiado.
Y la única forma que me creyera seria demostrándole que lo había hecho.
—Siempre me interesa todo cuanto haces, pero no tienes por que contármelo a menos que lo desees—. Comenté al mismo tiempo en que me encogía despreocupadamente de hombros.
Entonces dijo lo que yo ya sabía.
Su nueva huida a La Push, su escapada del Instituto.
A todas ellas respondí pausada y tranquilamente. Bella estaba desconcertada al punto de acariciar mi rostro tratando de leer algún signo de molestia en mis facciones.
No comprendía de donde salía tanta tolerancia de mi parte y luego de suspirar le explique el motivo de mi conducta.
—He decidido que tienes razón. Antes, mi problema tenía más que ver con mi... prejuicio contra los licántropos que con cualquier otra cosa. Voy a intentar ser más razonable y confiar en tu sensatez. Si tú dices que es seguro, entonces te creeré—.
Aunque esa decisión quemara como el fuego sobre mi piel, la asumiría.
Pero lo más importante de todo era que no permitiría que su amistad con Jacob se interpusiera entre nosotros.
Bella estaba esta asombrada y apoyo su cabeza contra mi pecho suspirando.
Aunque dudaba que volviera a bajar a la reservación nuevamente.
No quería inmiscuirme, había decidido darle su espacio, pero necesitaba saber lo que había sucedido esa tarde.
¿Acaso no era mi deber velar por ella en todos los sentidos?
—Bueno, ¿tenías planes para volver pronto a La Push?—. Le pregunté soslayadamente. El silencio y la súbita rigidez de su cuerpo me demostró que se sentía incomoda con mi pregunta. —Es sólo para que yo pueda hacer mis propios planes. No quiero que te sientas obligada a anticipar tu regreso porque estoy aquí sentado, esperándote—.
Contestó que no, que no tenía previsto volver y me apresuré a decir que no debía dejar de ir por mi culpa.
Pero no era por mi que no volvería, Bella creía que ya no era bienvenida en ese lugar.
Bromee sobre el motivo por el cual ya no lo era . —¿Has atropellado a algún gato?
Me llamaba la atención que ella pensara que no era bienvenida. Sentía tanta curiosidad al respecto que no pude ocultarla.
—No —. Contestó claramente, pero las demás palabras salieron rápidas, como si las ideas se atropellaran en su mente. —: Pensé que Jacob había comprendido... No creí que le sorprendiera —. En silencio traté de comprender. —El no esperaba que sucediera... tan pronto—.
A si que nuevamente Jacob Black se inmiscuía en nuestras decisiones.
—Dijo que prefería verme muerta —. Terminó de decir con la voz quebrada por la pena.
Ese… sucio… animal.
¿Como se atrevía?… Como se atrevía a herirle de esa manera.
Sentí que el monstruo dentro de mi emergió sediento de sangre Quileute nuevamente dejándome ver las mil y una formas de dar muerte a ese maldito perro hediondo.
Entonces recordé que entre mis brazos se encontraba Bella y me obligué a calmarme, empujando hasta el fondo de mi ser, a las penumbra al ser sediento de sangre que habitaba en mi. El se regocijaba y luchaba contra mis fuerzas.
Apreté un poco más mis brazos sobre el delicado cuerpo de Bella, presionándola suavemente contra mi pecho.
—Cuánto lo siento—.
Bella se creía que me alegraría con lo sucedido pero como podría alegrarme que alguien y sobre todo él le hiriera. Algo como eso no pasaría nunca.
Bella suspiró entre mis brazos y pude sentir como se relajaba pero yo no podía hacerlo.
Seguía imaginando las sangrientas formas de aniquilarlo.
Podría estar todo lo que quedaba de noche pensando en la forma más dolosa de acabar con su vida.
—¿Qué ocurre? — Inquirió Bella.
Y le mentí, pero ella pudo verlo aun sin verme realmente.
Me alentó a decirle pero no podía confesar mis sangrientos pensamientos
Ella se enfadaría.
—Aun así, quiero saberlo—. Me respondió.
—Podría matarle, y lo digo en serio, por haberte dicho eso. Quiero hacerlo—.
Aplastaría su cabeza.
Rompería sus huesos.
Desgarraría su cuello.
Fue la risa apagada y triste de Bella lo que disolvió mis sangrientos pensamientos.
—Es estupendo que tengas tanto dominio de ti mismo—.
Pero yo podría fallar, podría decir que fue locura temporal, seria tan fácil hacerlo.
—Si tu fuerza de voluntad va a flaquear, se me ocurre otro objetivo mejor —. Bella estiró su cuerpo tratando de llegar a mis labios pero mi boca estaba inundada de ponsoña producto de la rabia.
Le sostuve firme pero suavemente contra mi pecho mientras tragaba el veneno y me tranquilizaba para hacer frente a mi tan poco sensata prometida.
—¿He de ser siempre yo el único sensato?—.
—No. Deja a mi cargo el tema de la responsabilidad durante unos minutos, o mejor, unas horas—.
Su voz estaba cargada de un sensual y convincente tono como el de las sirenas en el mar profundo.
No debía dejar que me convenciera, no debía darle la oportunidad de hacerlo.
—Buenas noches, Bella—. Le respondí tajantemente.
Pero Bella deseaba preguntarme una cosa más. Y de saber de que se trataba le habría permitido besarme una vez más.