Dias de Ira

DIAS DE IRA por Hatsumaku Yukituny

Todos saben que finjo. Este es el año, este el mes, esta es la noche en la que ellos vendrán. ¿Sabrán ellos de mi histrionismo? Talvez, porque un cuerpo ya desgastado o enfermo a decir verdad esta resultando muy fácil de representar. El aroma a medicina corre por mis venas, aparentado que ya he tratado de todo y el ofrecerme esta noche a ellos es la única solución a mi ficticio problema. Claro que se percataran de mi salud después de ver, de oler, con más precisión, pero cuento con que ninguno de ellos tendrá la moral para decirme que lo que yo creo es enfermedad no es más que solo imaginación de la mente de un loco.
Pasos escurridizos, tela arrastrándose por las calles de ladrillos--- pequeños sonidos en una solitaria noche que anuncian su legada. Mis manos se van a la empuñadura de la espada, como un cojo hacia su bastón a pesar de que la caída es inevitable. Pero no son ellos, es solo Octavio que esa noche no ha sido aceptado en la casa de su amante. Le veo, y claro que el me ve porque en un segundo se detiene en su camino. Solíamos llamarnos familia, hace años de aquello, porque su padre se caso con mi madre viuda y nos adopto a mí y a mis hermanas como propios. Octavio fue un buen hermano mayor. Incluso después de que quedar solo el y yo de una familia de ocho, el quiso permanecer y ser mi hermano mayor. Se caso un año después y yo ya no pude seguirle. Nadie lo culpaba, ni siquiera yo, tiene otras obligaciones con sus hijos y esposa, y yo no comparto su sangre.
"¿Que crees que estas haciendo ahí? ¿No sabes que noche es esta?" Lo dice con miedo disfrazado de reprensión. Todos sabemos que noche es esta; todos escuchamos el himno que los atrae a ellos, a los que llegaran--- quienes serán ofrecidos lloran y gimotean temerosos. Su llanto es el único sonido en las calles, y yo soy el único que calla porque soy el único que se ofrece a voluntad.
“La puerta de tu casa seguía abierta cuando pase por ahí," le digo como advertencia. Ahora sabe que debe apresurarse. Sin embargo se acerca un poco más a mí, el primero que lo hace en todo el día. He estado parado a la luz mas cercana a la entrada de la cuidad desde el amanecer. Todos al pasar negaban la cabeza al verme esperar, algunos me observaban preguntándose que enfermedad mortal tendría un vagabundo para estar esperando justo ahí, pero no le daban mucha importancia y seguían con sus urgentes pasos hacia destinos que muy poco me importaron.
“Me habían dicho de ti, pero creí que estaban equivocados."
“Te veré después, Octavio."
“creí que los habías olvidado," se acerca a mi, sus brazos extendiéndose, quiere ponerlos sobre mis hombros para simular apoyo. Quiere ser de nuevo el hermano mayor, pero ya paso su tiempo. Debe irse.
“Es un ciclo. Cinco años, así que hoy vuelven." Le digo lo que ya sabe, porque la noche es cada vez mas oscura y el necesita recordarlo. Tiene que irse.
“Ven conmigo, ¿si?" Le sonrío, solo por los viejos tiempos. Estuvo enamorado de mi hermana, Camila, yo fui el único que lo supo.
“Aquí tendré buena compañía," mi mano guía sus ojos hacia mi cadera. Mi única herencia es cargada por un cinturón: la espada de mi padre, con la que no pudo defenderse antes de que lo asesinaran en alguna batalla sin nombre ni razón. La luz bajo la que estamos hablando en susurros se vuelve más brillante en entorno más oscuro. ¿Porque Octavio no se va de una buena vez?
Asiente débilmente, y deja que su cabello le cubra los ojos y parte del rostro. Siempre ha querido ser mas valiente, tener la fuerza para someter a sus miedos, pero no fue capaz de eso cuando amo a mi hermana, ni cuando ha querido dejar a su amante, ni cuando vio como ellos se llevaban a su padre, a su madrastra, a sus dos hermanastras y al amor de su vida. No será valiente ahora para cambiar de lugar con un hermano postizo, o para permanecer a mi lado.
“Tengo que cerrar la puerta de mi casa" dice, apretándome un poco los hombros. Se da la vuelta con el rostro aun entre cabellos negros, y al alejarse ya no solo escucho los pasos sobre una calle de ladrillo y la tela arrastrándose. El siseo es leve, acompañado de un tintineo, y a pesar de que me da la espalda se muy bien que Octavio va rezando con su rosario entre las manos. El rosario de Camila. Ella también lo amo, yo fui el único que lo supo.
Pronto pierdo a Octavio en una esquina, no hay nadie más en las calles. Nadie salvo yo y la espada de mi padre. Mi espada ahora.
Aquí espero, quisiera gritar, lleguen de una buena vez.
No grito, porque entonces alguien vendrá antes de que ellos lleguen y me llevaran a donde no podré encararlos.
No grito, porque ya los veo venir y no hacen ruido al llegar.
Son solo sombras en lo alto de la muralla que rodea una cuidad tan pequeña como esta. Una protección que es nula esta noche son esas piedras sobre los que veo alzarse sombras de siluetas humanas. Siluetas que, agachadas en una pose de animal a punto de atacar, me resulta difícil diferenciar entre la femenina y lo masculino. Nade sabe nada de ellos, nadie quiere saber mas de lo necesario. Hay un tratado, sacrificios a cambio de paz. La muerte de unos cuantos sin suerte dan vida a la cuidad. Todos saben que los ofrecidos mueren, nadie sabe como.
Se han erguido aun sobre la muralla y veo que en verdad son humanos. Tienen cuerpo humano. Son solo diez, diez demonios humanos, y podré vengarme al fin.
Empiezo a sacar mi espada y en un instante desparecen. No han caído a un lado o a otro, simplemente ya no están.
Sobre mi un sonido áspero, la risa de un hombre, le da chispa a mis nervios y en un segundo termino con la espada completamente descubierta. Sin embargo el hombre solo extiende el brazo y deja caer una esfera negra. Cae sobre la cuna de la luz que proporcionaba llamas amarillas y la luz se vuelve añil. Ríe de nuevo y se destapa el rostro. Mi vista permanece en lo alto cuando su rostro se coloca súbitamente a mi lado derecho, su risa sigue presente y su frío aliento rosa mi cuello. Tiemblo.
“Linda arma," sigue riendo y me enfurezco. He arruinado mi propio plan y aunque eso el no lo sabe, ríe. Iba a ser un enfermo que se llevarían y cuando no lo esperaran atacaría. Creí que eran diez, pero son once, y de pura emoción mande el plan al diablo.
Son solo sombras que se acercan a nosotros mientras la risa del hombre cesa lentamente hasta que su rostro muestra una mirada entretenida, curioso por saber porque un muchacho los ha esperado con una espada. Me cree un muchacho tonto. Los otros diez no descubren sus rostros, se detienen a mí alrededor, sin dejarme una salida. Será un ataque en todas direcciones, pero al menos espero acabar con uno. Solo uno, por mi madre, y estaré contento de morir.
Esa certeza es el detonador. No soy exactamente valiente, pero veo venir los últimos minutos de mi vida y tomare lo que venia esperando desde hace cinco años.
"Debemos ser rápidos," dice una de la figuras erguidas frente a mi. Otro hombre.
"Debemos," es la única respuesta del único que tiene descubierto el rostro y nueve de las figuras desaparecen en dirección que yo ya conozco. Siguen los lloriqueos de los sacrificios que ahora les pertenecen.
Es una mujer, la que se mantiene a su lado y la que en un segundo le esta cubriendo de nuevo el rostro. Le dice "Me proteges demasiado," pero no protesta de ninguna otra forma.
No me atacan, solo me observan. No se ríen, así que esperan. Yo no soy paciente. Ya no.
Mi espada es tan rápida como mis pensamientos, talvez un poco mas, proceso los movimientos después de haberlos hecho y me siento como un niñato porque herro todos y cada uno de mis intentos y solo escucho el sonido del metal tocando aire vació. Se deslizan con gracia, es lo que supongo porque mi ojos no los ven. Un momento están ahí, frente a la puerta de la muralla y después están a mis espaldas. Mis intentos continúan, mi fuerzas me hullen y mi enfado se hace mayor. Siento que él ríe, no lo escucho, lo siento en el aire como otra vibración además de la de mi espada al tocar con violencia las roca de la muralla o los ladrillos de la calle.
"Para ya, Víctor."
Dejo de respirar al escuchar mi nombre, mi corazón sigue latiendo sin aire y duele mucho. Uso la espada como soporte, porque no se como he mantenido las piernas estable, ahora que he parado me tiemblan. Pasa el repentino pensamiento de que mi espectáculo de venganza debió de ser patético, pero eso es una idea insignificante al lado de la sensación que ha abrumado mi mente hasta hacerme detener mi ridículo despliegue de espadachín enloquesido.
Ella sabe mi nombre, pero su voz es la de un demonio humano. No la conozco y ella sabe mi nombre.
"¿Como sabes mi nombre, bruja?" Bruja, porque eso debe de ser. Una Bruja que le cubrió el rostro a su demonio, resguardandolo como a un amante.
"Toma esa espada y marchate de aquí," me ordena.
Me siento furioso, herido, que mas da si me rió de su demonio, de su tenebrosa presencia. "Te matare, con esta espada."
"Soy eterna," me dice. Lo habla como refiriéndose a una potente arma que ha usado contra muchas vidas, le creo porque se que usara esa arma conmigo. Le creo porque he herrado en herirlos, son rápidos, mas rápidos que el mejor soldado de la cuidad.
"Te matare," le repito, no hay nada mas que quiera decirle a una bruja. Su demonio esta detrás de ella, llendo de un lado a otro sin alejar su vista de mi y adivino que aun le divierto.
Quiero que me ataque, que ambos quieran llevarme. "Debemos ser rápidos," le dice el hombre y ríe de nuevo al verme dar un paso hacia ellos con la espalda lista. "Deja ya de jugar con el muchacho."
Ya no hay llanto ni gemidos, la calle tan silenciosa y la luz sobre mi espada aun es azul. Es un velo el que les cubre el rostro y se puede ver un poco de sus facciones. Son bellos, el demonio y su bruja. El brillo añil comienza a incrementar.
"Se agota, debemos irnos."
No, no aun no. No los he lastimado, no a empezado mi venganza, aun no me asesinan por matar al menos a uno de ellos.
"El te quiere," la bruja me habla a mi, dice que su demonio me quiere. "Como me quiere a mi."
" Ambos deben morir." Mis fuerzas han vuelto, y acelero de nuevo hacia ellos. Elevo y dejo caer la espada, esperando que esta vez dé en algún brazo, en el pecho, o decapite al demonio. Mi espada entra en ella y la atraviesa. No se mueve, no quiso moverse. Es eterna.
Su demonio se acerca y me echa a un lado. Toma la empuñadura de mi espada y un momento después la avienta al suelo junto a mi. Ella sigue de pie y el la abraza con un brazo, le dice que es hora de ir a dormir y ella asiente.
Se olvidan de mi y mi espada con sangre oscura, los veo desparecer saltando la muralla. Quiero seguirles, grito que alguien habrá la puerta de la muralla, pero nadie hace caso porque nadie sabe que ellos se han ido.
La luz a vuelto a ser amarilla, pero no fue necesaria para verle claramente el rostro estando tan cerca de la bruja y su transparente velo.
Quiero que alguien habrá la puerta de la muralla. Quiero ir por ella y traérsela a Octavio, estoy seguro de que aun lo ama, lo ama mas que a su demonio. No es una bruja, porque ninguna bruja puede tener el rostro de Camila. FIN

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