Por Graciela Melgarejo De la Redacción de LA NACION
La novela de Stephenie Meyer, la película homónima y las otras tres narraciones que componen la tetralogía de la autora sobre los vampiros, tienen un éxito entre los adolescentes comparable al de Harry Potter, de J. K. Rowling, entre los chicos. La escritora estadounidense se sirvió del sanguinario mito y de sus criaturas nocturnas para recrear con romanticismo costumbres y temas juveniles.
Esa única página del Prefacio de Crepúsculo -el primero de los cuatro libros de Stephenie Meyer en ver la luz del día (una paradoja, si se recuerda el tema)- encierra una promesa tan seductora, que ni el más avisado de los lectores sería capaz de despreciar: "Con la respiración contenida, contemplé fijamente los ojos oscuros del cazador al otro lado de la gran habitación. Cuando la vida te ofrece un sueño que supera con creces cualquiera de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión. El cazador sonrió de forma amistosa cuando avanzó con aire despreocupado para matarme". La dialéctica del perseguidor-perseguido, del engullidor-engullido siempre es atractiva.
Pero el lector avisado tendrá que esperar por lo menos unas 60 o 70 páginas para empezar a recobrar la esperanza de que pase algo. Los otros, o por lo menos los adolescentes a los que en apariencia va dirigida la historia de Bella y su novio vampiro Edward, se sentirán satisfechos desde el principio.
Para los que no hayan leído todavía Crepúsculo ni ninguno de los tres libros que continúan la historia ( Eclipse , Luna nueva y Amanecer ), o ni siquiera hayan visto la película, vaya un breve resumen del argumento: Isabella (Bella) Marie Swan, una adolescente de 17 años, muy inteligente pero bien desmañada ("patosa" se autodefine, según la traducción... al español de España), hija de padres separados, ante el nuevo casamiento de su madre se muda a vivir con su padre Charlie, el sheriff del pequeño pueblo de Forks, en el estado de Washington. El pueblo es pequeño, pero tiene mucha vida interior, porque además de los compañeritos de colegio de Bella y sus respectivos padres, hay otros habitantes y con ciertas peculiaridades: una familia de vampiros (después se sabrá que éstos son "veganos", sólo beben sangre de animal) y una de indios quileutes, que descienden de lobos, por lo cual son licántropos. Para el que no lo sepa (o no haya visto la película Underworld ), vampiros y licántropos son enemigos irreconciliables y lo único que aceptan es destruirse los unos a los otros.
A partir de ahí, cualquier parecido con series de TV como Buffy, la cazavampiros , Angel o Smallville es cierto. Los únicos que faltan en Forks son el doctor Frankestein y su monstruo. Algo de ellos hay en estos libros y es la estructura de patchwork que los caracteriza. Por momentos, este "mamarracho lleno de ripios", como lo define Faretta en su nota, aburre. Se siente que sobran, por lo menos, muchos diálogos romanticones y algunas buenas situaciones se estiran demasiado, pero las cuatro novelas levantan mucho cuando, por ejemplo, se describen los combates a muerte de vampiros contra licántropos, de vampiros contra vampiros o cuando Bella se transforma a su vez en vampiro. Sin embargo, ésta es por sobre todo una historia de amor, donde debe respetarse a rajatabla la castidad, a riesgo de que uno de los dos protagonistas desaparezca. De ahí, la tensión sexual que atraviesa prácticamente toda la tetralogía y en la cual se basa la originalidad del tema: un vampiro "abstemio" y virgen.
Por eso, a no engañarse. Stephenie Meyer puede parecer un ama de casa norteamericana corriente -creció en Phoenix, Arizona, tiene 36 años, es casada, tiene tres hijos, se graduó en Literatura Inglesa y pertenece a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones)-, pero conoce su métier , aunque diga que la idea de Crepúsculo le llegó en un sueño fantástico que tuvo y que quiso guardar para siempre, y que sólo sabía de vampiros por los disfraces de Halloween. Cuando confiesa que algunos de sus autores favoritos son Orson Scott Card, Jane Austen, Daphne Du Maurier, Shakespeare, Edgar Rice Burroughs o L. M. Montgomery, uno puede ver de dónde saca a sus maestros. Orson Scott Card (1951), también mormón, es un escritor estadounidense de ciencia ficción y otros géneros, que se hizo muy conocido por la novela El juego de Ender (premios Hugo y Nébula), es autor del guión del cómic Ultimate Iron Man y dicta talleres literarios. La canadiense L(ucy) M(aud) Montgomery (1874-1942) es la autora de Ana, la de los tejados verdes . Shakespeare, Edgar Rice Burroughs y Jane Austen no necesitan presentación. La británica Daphne Du Maurier fue best seller en los años 30, 40 y 50, y varias de sus novelas sirvieron de inspiración a películas de Alfred Hitchcock (Rebeca, La posada maldita y Los pájaros) .
A lo largo de la historia de Bella y Edward, aparecen nombrados (y hasta con fragmentos transcriptos) Cumbres borrascosas , Romeo y Julieta , Sueño de una noche de verano , El mercader de Venecia , Orgullo y prejuicio ; hay un poema de Robert Frost y menciones a Alfred Tennyson. En fin, mucha literatura en dulce montón y a veces de la buena.
Cuando Crepúsculo se publicó en los Estados Unidos en 2005, Meyer fue comparada inmediatamente con J. K. Rowling y su Harry Potter . Aunque las dos autoras han gozado de las mieles de los primeros puestos en listas de best sellers durante meses y meses, y el cine las bendijo, las historias de Rowling estaban destinadas a los chicos; después, cuando sus protagonistas no tuvieron más remedio que crecer, empezaron a tocar temas de la adolescencia. En cambio, Bella, Edward y Jacob, el quileute amigo de ambos y licántropo contra su voluntad, tienen los problemas de identidad y acomodamiento al mundo de cualquier adolescente hecho y derecho. Los fanáticos de una y otra hasta discuten en distintos sitios de Internet cuál de las dos novelistas es la mejor. Por sobre todo, Stephenie Meyer ha logrado el fenómeno de crear comunidad. En la novela de Bella, todos viven en comunidades: los vampiros vegetarianos y los que no lo son; los licántropos, también, y hasta su forma de comunicarse por telepatía recuerda las modernas conexiones de las redes sociales. Buscado o no, el efecto es bien provocativo para una mente adolescente.
El desaforado éxito de Crepúsculo pasará finalmente (de hecho, en los Estados Unidos el libro de Meyer best seller es el último, The Host , otra novela de amor pero con fondo de ciencia-ficción) pero sigue en pie el porqué estos temas han logrado crear un público lector tan joven y tan multitudinario. En un mundo dominado por los Bernard Madoff que les han quitado a muchos humanos su futuro hasta el fin de sus días, los vampiros y sus enemigos íntimos, los licántropos, no aparecen tan perversos, al fin sólo quieren un poco de amor. Y si la "exigua tribu de lectores de libros", como la llama nuestra María Elena Walsh, se ve beneficiada con unos cientos de miles de neófitos fieles, el resultado no habrá sido tan malo.