La Luna y Ella

La Luna y Ella por Constanza

Se levantó del la sucia tierra. *¿Que esperabas?, algo bonito como en las películas?* pensó. Se limpio la sangre de su boca y el bendito sudor de su frente. Sólo es poder cansarse la hacia sentirse humano. *maldito vampiro* pensó, miro al cielo estrellado, sintió como la brisa de la noche pasaba a través de su alma, de su ser. Estaba en la montaña, en lo alto de ella, había traído consigo un montón de piedras atadas a su espalda, sólo para cansarse un poco, para sentirse humano otra vez. Miró la luna y lágrimas aparecieron de sus ojos cansados de tanto llorar. No pudo más que recordar como había pasado. *¡Te lo advirtieron desde el maldito principio!* Apretó sus dientes contra su labio inferior. Miro hacia la Luna que estaba posicionada frente a el, como si le dijese algo, como si ella estuviese en su bendita Luna, observándolo.
Recordó, una luna preciosa, un baile, esa noche en la que la conoció. Caminó por la pista como todas las reuniones entre vampiros y licántropos nobles que cada 2 años se daba en su casa. Caminaba como si fuera el rey del mundo. No tenía miedo como la mayoría de sus invitados. Sentía una superioridad tan grande en esas reuniones, y no sabía por que, pero los demás respetaban eso. Ya hartado de tanto baile y convivencia innecesaria con los de la otra raza, se desabrocho el corbatín y salió a uno de los balcones, mirando atentamente a la Luna que era sólo de el. Nadie podía mirarla como él. Nadie excepto esa señorita que estaba afirmada en el balcón mirando esa luna como nadie, sólo como él la veía. Una señorita con los ojos miel, la piel blanca como la nieve, y labios rosados como el coral.
Ella se dio vuelta para observar a ese hombre que tan atentamente la observaba, y fue ahí cuando jamás sus miradas pudieron separarse. No me atrevo a decir que fue amor a primera, segunda, tercera o lo que sea, vista, más bien fue el comienzo de conversaciones a escondidas, risas y besos, el comienzo de su relación un tanto criticada por el padre de ella y condenada por la familia entera de vampiros de el. Pero no le importó, si era algo que realmente valía la pena tener, era a Sarah en sus brazos y la luna mirándolos sólo a ellos.

Siguió subiendo esa apestosa montaña ya llorando de verdad, con sangre saliendo de su labio y corriendo por sus labios hacia su cuello y cayendo hacia la inmunda tierra bajo sus pies. Ya despreciaba todo lo que estaba a su alrededor, no había vida sin ella. *Pensar que todo terminó con mi maldito ser*. Era primera la primera vez que se aborrecía de tal manera, la primera vez que odiaba su linaje de vampiro. Y había encontrado la forma de ser humano, de poder correr a los brazos de Sarah y estar junto a ella. Sólo debía encontrar el punto exacto en dónde el templo se encontraba, así que soltó las piedras que ya comenzaban a estorbarle y a buscar las piedras que formaban la escalera mas larga que jamás había visto. Cuando la encontró, subió cada escalón con firmeza y convicción, tenía que estar junto a ella. La imagen de Sarah era todo lo que en su cabeza rondaba.

Al llegar arriba, la vio. Allí estaba Sarah, encima de un altar. No pudo evitar correr hacia ella. Fue cuando se encontró con el sacerdote, el ser que le había revelado tal secreto. –Para que una ser como un licántropo se pueda convertir en vampiro necesita el corazón de uno- Dijo el anciano.
El la miró y la besó. –Y para que un vampiro pueda convertirse en un simple humano necesita del corazón de un Licántropo- Dijo con una mirada penetrante. Ambos se quedaron mirando. Se sonrieron. Y así lo hicieron, literalmente cambiaron de corazones, pero no sirvió de nada, murieron, al menos sus cuerpos, ya que al momento de juntar sus corazones estos comenzaron a latir, al unísono.
Esa noche de Luna Llena, y cada Luna Nueva, en los alrededores de esa montaña, se siente el palpitar de dos corazones que laten al unísono, unidos para siempre. FIN

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