Capítulo 15
Su Condena
Su Condena
La negra noche se abría ante nosotros.
El bosque nos daba la bienvenida y a pesar de sus locas ideas yo era feliz. ¿Y como no serlo?
Su cuerpo quemaba mi espalda mientras sus brazos se enredaban en mi cuello y sus piernas en mi cintura.
Podía sentir que no tenía miedo.
Sin duda había cambiado, pero seguía siendo la misma.
Mi Bella.
El viento jugaba con mi cabello y sentía su roce como una caricia.
¿En cuantas oportunidades había deseado esto? Ya no lo recordaba.
¿Sería todo aquello un sueño como creía Bella?
Sentí la corriente entre nuestros cuerpos mucho antes que sus labios tocaran mi cuello.
Si esto era un sueño, no quería despertar nunca. Y estar así, en este lugar por toda la eternidad.
Gracias—. Le dije mientras me entregaba a la sensación, disfrutando cada segundo. Tratando de olvidar el porque estábamos aquí y hacia donde nos dirigíamos.
— ¿Significa eso que has decidido que estás despierta?—.
Pero no lo creía. Es más, era todo lo contrario. Decía que trataría de no despertarse por menos no esta noche.
Recuperaría su confianza, debía intentarlo, aunque fuera lo último que hiciera en esta existencia.
—Confío en ti, pero no en mí—. Contestó ella.
¿Qué significaba eso?
Dejé de correr para prestar atención a sus palabras, no sería nada bueno el estrellarme contra un árbol.
Podía ver la casa de mis padres un poco más adelante y verdadera mente no me sentía muy entusiasmada por llegar ahí.
—Bueno... —. Prosiguió Bella con alguna dificultad para expresarse. —No confío en que yo, por mí misma, reúna méritos suficientes para merecerte. No hay nada en mí capaz de retenerte—.
Mis pies se soldaron al suelo, me fue imposible dar un paso más.
¿Cómo, por todo lo que más importaba en la tierra, era capaz de decir algo como aquello?
Suavemente la bajé de mi espalda, manteniéndola en mis brazos, negándome a soltarla.
Abrazándola fuertemente contra mi cuerpo, queriendo fundirme en su corazón.
—Me retendrás de forma permanente e inquebrantable —. Le dije susurrándole al oído.
Le pedí que nunca lo dudara. Siempre me tendría, siempre sería suyo, aún cuando ella ya no quisiera estar junto a mi.
Una vez más quise entrar en su mente, saber sus pensamientos y grabar mis palabras con tinta indeleble.
Recordé que aún tenía algo que aclararme.
— ¿El qué? —.
—Cuál era tu gran problema—. No lo dejaría correr tan fácilmente.
Pero no contestó a mi pregunta.
Solo dijo, tocando mi nariz con su dedo, que debería adivinarlo.
Lo merecía, merecía todas las formas de tortura que Bella quisiera imponerme y sólo asentí moviendo mi cabeza ya que sin duda yo era peor que los Vulturis para ella.
—Lo peor que los Vulturis pueden hacer es matarme—. Dijo casualmente mientras mi cuerpo se tensaba involuntariamente.
Ella creía que dejarla era peor que enfrentarse a ellos.
—Los Vulturis o Victoria no pueden hacer nada en comparación con eso—.
No tendría tiempo humano suficiente para compensar lo que le había hecho, nunca me perdonaría a mi mismo y sin duda, jamás, jamás la dejaría nuevamente.
Era un verdadero monstruo, un monstruo sacado de la peor de las pesadillas, pero por alguna extraña razón ella me amaba, aún cuando todo a nuestro alrededor se confabula para separarnos.
Ella había luchado mientras yo me había rendido.
No la merecía, nunca sería suficiente mente digna para estar junto a ella, pero no dejaría de intentar ser mejor, para ella, por ella.
Acarició mi rostro, mientras me pedía que no estuviera triste.
Elaboré la mejor de mis sonrisas para complacerla pero creo que no dio resultado.
—Sólo hay una forma de hacerte ver que no puedo dejarte—. Le dije lastimosamente en un susurro. —Supongo que no hay otro modo de convencerte que el tiempo—.
Sonrió amplia y alegremente por mis palabras.
—Vale —. Dijo por respuesta, sin embargo su desenvuelta actitud no lograba calmar mi angustia.
—Bueno, ahora que vas a quedarte—. Dijo tratando de distraerme. — ¿puedo recuperar mis cosas?—.
—Tus cosas nunca desaparecieron—. Le dije reviviendo aquellos minutos antes de marcharme.
Luché por no recordar su llanto mientras se adentraba más y más en el bosque.
Tratando de sonreírle confesé que sus cosas estaban bajo las tablas de su dormitorio.
— ¿De verdad?—. Agregó Bella en una mezcla de alegría y asombro.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro por respuesta.
—Creo, no estoy segura, pero me pregunto... —. Dijo ahora pensativamente. —Quizá lo he sabido todo el tiempo—.
— ¿Qué es lo que sabías?—. Le contesté tratando de ver la respuesta en sus ojos.
Dijo que una parte de ella, su subconsciente al parecer, jamás había dejado de creer que me importaba su vida, a pesar de mis palabras en el bosque y que debido a eso era que escuchaba las voces.
— ¿Voces? —. Pregunté un tanto preocupado.
—Bueno, sólo una, la tuya. Es una larga historia—. Mi hermana no me había comentado nada sobre su salud. ¿Sería posible que la hubiera empujado hacia el abismo de la locura?
—Tengo tiempo de sobra—. Le dije impaciente por conocer todos los detalles. Aquello estaba fuera del campo de Carlisle pero no se negaría a examinarla.
—Es bastante patético—. Me dijo mientras la angustia comía mi cerebro. — ¿Recuerdas lo que dijo Alice sobre los deportes extremos?—.
Claro que lo recordaba. —Dijo que lo hacías por diversión—.
—Esto... Cierto, y antes que eso, monté en moto.. —.
— ¿En moto?—. Le dije tratando de no gritar de espanto.
Alice no había mencionado nada de eso y verdadera mente me tomó por sorpresa.
—Supongo que no le conté a Alice esa parte—. Respondió Bella.
—No—. De eso estaba seguro.
No podía creer sus palabras pero podía ver lo que le costaba confesar aquello. Cada vez que hacía algo arriesgado podía escuchar mi voz cuando estaba enfadado. Decía que era tan vivido el recuerdo de ella que parecía que estaba junto a ella. Bajó la mirada para confesar que evitaba el pensar en mi la mayoría del tiempo, pero que cuando lo hacía en esas circunstancias el dolor era menos intenso, que era como si volviera para protegerla.
—Y bueno, me preguntaba si la razón de que te oyera con tal nitidez no sería que, debajo de todo eso, siempre supe no habías dejado de quererme... —.
En es momento podría haber perdido fácilmente la cabeza. No podía creer lo que estaba diciendo.
—Tú... —. Logré decir. —…arriesgabas la... vida... para oírme...? —
Sentía una especie de rabia y frustración. Yo me había alejado de ella para mantenerla a salvo y ¿Que era lo que ella hacia? Arriesgaba ¡Su vida! para oírme, para poder estar junto a mi.
—Calla—. Dijo levantando sus manos para tapar mi boca. —Espera un segundo. Creo que estoy teniendo una epifanía en estos momentos... —
Permaneció callada mirando hacia el bosque sobre mi hombro con los ojos perdidos y pensativos por un momento que me pareció eterno.
— ¡Vaya! —. Dijo al fin.
Pero el problema es que no dijo nada más y para entonces yo estaba de verdad muy nervioso por su extraño comportamiento.
— ¿Bella?—. Le llamé impaciente.
—Ya, vale. Lo entiendo—.
¿En qué consiste tu epifanía...?—. Le pregunté casi demandante.
—Tú… me amas —. Dijo en medio de una radiante sonrisa.
En su rostro pude ver que por fin creía en mis palabras, aunque no estaba seguro como se había dado cuenta de ello, pero sin duda estaba feliz de que lo hiciera y le confirmé que lo hacía con todo mi ser.
Su corazón comenzó a latir fuertemente mientras me miraba a los ojos y extendía una de su manos hacia mi rostro para acariciarlo suavemente.
Respondí a su caricia tomando el suyo entre mis manos y me incliné sobre ella para besarla ahora apasionadamente.
Suavemente y sin dejar de besarla la dejé en el suelo mientras retrocedíamos hasta que su cuerpo quedó atrapada entre un gran árbol y el mío.
Sus brazos estaban ahora enredados en mi cuello y mis manos siguieron su contorno hasta llegar hasta su cintura.
Me estremecí junto a ella cuando sintió el frío contacto de mi piel en la suya. Mi boca la besaba sin clemencia y ella respondía a mi ardiente beso.
Cuando me fue imposible seguir “respirando” me separé levemente de su cuerpo, un poco avergonzado por las sensaciones que mi cuerpo expresaba en ese momento.
— ¿Sa…bes? Se te… da mejor que a mí—. Le dije tratando de recobrar el aliento.
— ¿El… qué?—. Logró decir entrecortadamente ya que también le costaba trabajo respirar.
—Sobrevivir—. Le respondí. Por lo menos ella lo había intentado. Trataba de tener una vida normal día tras día por su padre. Había seguido su camino.
Yo en cambio, sin ella no era nada.
Traté de relatar mis tortuosos días sin ella.
— No podía estar cerca de mi familia ni de nadie más. Me avergüenza admitir que me acurrucaba y dejaba que el sufrimiento se apoderara de mí —. Sin duda eso era mucho mas patético que escuchar voces.
Sonreí aliviado al ver que su salud mental estaba intacta. Comprendía muy bien a lo que se refería, yo habría dado cuanto tenía por escuchar su voz… en cualquiera que fuera las circunstancias.
—Sólo una voz—. Agregó Bella levantando su dedo índice. La abracé fuertemente mientras emprendíamos nuestra caminata hacia la casa de mis padres.
—Por cierto, que en este asunto tan sólo te estoy siguiendo la corriente—. Le dije señalando la casa que se alzaba unos metros más adelante. —Lo que ellos digan no me importa lo más mínimo—.
Pero Bella creía que esto ahora también afectaba a mi familia.
Solo me encogí de hombros como respuesta mientras nos acercábamos a la puerta del porche.
Encendí las luces una vez adentro para ella.
Mi familia estaba cada uno en sus distracciones. Carlisle estaba en su escritorio y podía escuchar a mi madre desempacando alguna maleta.
Alice y Jasper ya estaba de regreso, mientras que Emmet y Rosalie estaban en su cuarto.
Los llamé uno por uno después de ingresar a la estancia. Mi padre fue el primero en bajar y en un segundo ya estaba a nuestro lado.
—Bienvenida otra vez, Bella—. Le saludó cariñosamente. — ¿Qué podemos hacer por ti en plena madrugada? A juzgar por la hora, supongo que no se trata de una simple visita de cortesía, ¿verdad? —
Bella movió su cabeza en respuesta.
—Me gustaría hablar con todos vosotros enseguida si os parece bien—. Agregando que se trataba de algo importante.
“Supongo que ya estas al tanto de algunas cosas” Me dijo mi padre en su mente mirándome a los ojos.
—Por supuesto—. Le contestó mi padre, pendiente de ella ahora. — ¿Por qué no hablamos en la otra habitación? —.
“Tendremos que hablar más adelante de sus nuevos amigos, entre otras cosas” Volvió a decirme mi padre.
Caminamos hacia el comedor mientras mi madre y el resto de mi familia se nos unía.
Mi padre le cedió la cabecera de la mesa y el se sentó a su derecha mientras que yo lo hice a su izquierda. El resto de mi familia se sentó en sus puestos acostumbrados.
Alice estaba muy contenta de ver a Bella y le sonreía ampliamente. Rosalie estaba sorprendida, no creía todo lo que les había contado Alice.
“Wohoo…. y ahora que es lo que pasa Edward” Me decía Emmet con tono juguetón en su mente. Jasper estaba un tanto molesto, Alice le había contado lo de los Licántropos y la idea no le agradaba mucho.
—Tienes el uso de la palabra—. Le dijo mi padre a Bella.
Su corazón latía fuertemente, y toda mi familia podía escucharlo al igual que yo, lo que no me hacía sentir tranquilo, no después de la última vez que habíamos estado en casa.
Por debajo de la mesa tomé su mano y le dí un pequeño apretón para infundirle valor mientras miraba a mi familia fieramente. De ahora en adelante, ella era mi primera prioridad.
Bella preguntó si ya todos estaban al tanto de lo ocurrido en Volterra y de lo que estaba, según ella, a punto de ocurrir.
Alice le aseguró que todos estaban informados sobre lo sucedido.
—Perfecto—. Dijo Bella por respuesta. —Entonces, estamos todos al corriente—.
Se produjo un momento de silencio en el cual todos esperaban impacientes sus palabras.
—Bueno, tengo un problema—. Continuó.
Les dijo que Alice había prometido a los Vulturis convertirla en vampiro y de cómo ellos pensaban comprobar si mi hermana había cumplido con su compromiso. Bella pensaba que aquello era muy malo y que era algo que se debía evitar.
Que esto era algo que afectaba a cada miembro de mi familia. Al pronunciar estas palabra contemplo a cada uno. Recibí una imagen de Bella tras los ojos cada uno de ellos.
No podía creer que fuera tan melodramática, el asunto de los Vulturis no era para preocuparse…. todavía.
—No voy a imponerme por la fuerza si no me aceptáis—. Dijo Bella. —, con independencia de que Alice esté o no dispuesta a convertirme—.
Apreté fuertemente mi mano libre, no comprendía como mi hermana se había ofrecido a convertirla. Estaba seguro que no tendría la fuerza suficiente para hacerlo y no pensaba arriesgarme a comprobarlo. En ese momento esa misma duda asaltó a mi madre, pero cuando estaba a punto de formularla Bella le pidió que la dejara terminar.
—Todos vosotros sabéis lo que quiero y estoy segura de que también conocéis la opinión de Edward al respecto—. Claro que mi familia estaba al tanto, todos estos problemas los teníamos debido a eso mismo. —Creo que la única forma justa de decidir esto es que todo el mundo vote. Si decidís no aceptarme, bueno, en tal caso, supongo que tendré que volver sola a Italia. No puedo permitir que vengan aquí—
Creo de todas las ideas locas de Bella esta era la mas descabellada de todas. Jamás permitiría que eso ocurriera. Sin quererlo un gruñido emergió de mi pecho, jamás permitiría que un Vulturis volvieran a poner un solo dedo sobre ella.
—Así pues—. Continuó Bella exponiendo asiendo caso omiso de mis gruñidos. —Tened en cuenta que en modo alguno os voy a poner en peligro—
Y fue ahí donde les dijo que quería que todos votaran si debía o no transformarse en vampira.
Pero yo había pensado en algunas palabras para disuadir a mi familia y antes que mi padre comenzara con la supuesta votación les dije:
—Un momento—
Bella me miraba con cara de pocos amigos pero no pensaba condenarla tan fácilmente. Apreté un poco más su mano que aún permanecía en la mía y me dispuse debatir sus palabras.
—Tengo algo que añadir antes de que votemos. No creo que debamos ponernos demasiado nerviosos por el peligro al que se refiere Bella—.
Hablé mirándoles a los ojos a cada uno de ellos, les hable sobre el por que me había negado en un principio a tocar la mano de Aro. Se les había pasado una cosa por alto y no quería que ellos lo descubrieran. Verdaderamente me creí muy listo y sonreí ampliamente.
— ¿Y qué es? —. Me preguntó escépticamente Alice.
—Los Vulturis están demasiado seguros de sí mismos, y por un buen motivo— Les dije a todos. —En realidad, no tienen ningún problema para encontrar a alguien cuando así lo deciden. ¿Os acordáis de Demetri?—. Le pregunté ahora a Bella. Ella se estremeció y tomé aquello como una afirmación.
El poder de Demetri consistía en encontrar a la gente, era un poderoso rastreador, sin duda el mas poderoso que yo había conocido, debido a eso los vulturis lo mantenían a su lado. Lo había visto claramente cuando estuvimos entre ellos. Busqué en sus mentes, tratando de encontrar toda la información que me fuera posible. Y así fue como me enteré de cómo funciona su talento.
—Es un rastreador mil veces más dotado que James. Su habilidad guarda una cierta relación con lo que Aro o yo hacemos. Capta el... gusto... No sé cómo describirlo. .. La clave, la esencia de la mente de una persona y entonces la sigue. Funciona incluso a enormes distancias, pero después de los pequeños experimentos de Aro, bueno... —. Me alcé de hombros esperando que todos vieran mi punto de vista.
—Crees que no va a ser capaz de localizarme —. Dijo Bella tristemente.
Estaba seguro de aquello. Demetri confiaba ciegamente en su don. —Si eso no funciona contigo, en lo que a ti respecta, se han quedado ciegos—. Les dije muy seguro.
— ¿Y qué resuelve eso?—. Aunque Bella seguía sin entender.
—Casi todo, obviamente—.
Alice vería cuando los Vulturis pensaran visitarnos y de esa forma podríamos esconder a Bella. De esa forma quedarían impotentes. ¡Sería como una aguja en un pajar! Concluí casi eufóricamente, todo era tan claro, tan fácil. De esta manera todos estaríamos felices y a salvo.
“Siii”. Pensó Emmett. “Y si se les ocurre molestar mas de lo debido, pues estaremos contentos de patear sus traseros”.
—Te pueden encontrar a ti—. Dijo Bella.
El más complacido con mi plan era mi hermano, creía que era un plan estupendo y me tendió el puño para celebrar.
“Genial idea Edward, ya estoy queriendo que vengan por estos lados”. Volvió a decir en su mente.
Aunque la reacción del resto de mi familia era un tanto diferente…
Rosalie negaba de plano, mientras que Bella pensaba que era absurdo.
Jasper por otro lado coincidía con nosotros, pero para Alice éramos solo unos idiotas. Esme estaba preocupada, no quería vernos envueltos en un enfrentamiento con ellos. Además pensaba que no daría resultado. Ella estaba al tanto de todo lo que pueden hacer los Vulturis.
Bella se puso de pie para hablar. Diciendo que yo había propuesto una alternativa al plan y pedía que votáramos.
— ¿Quieres que me una a tu familia?—. Me preguntó en primer lugar.
Pero yo no quería que fuera de esta forma, quería que siguiera siendo humana por siempre.
Bueno por lo menos que su alma permaneciera por siempre intacta. Por respuesta a mis palabras ella solo asintió sin demostrar emoción alguna y continuo con mi familia.
Alice contestó lo mas obvio del mundo, contesto que “Si”.
Jasper también contestó que “Si”. Sin duda que lo hacía por amor a Alice.
Sabía que Rosalie estaría de mi lado, o mejor dicho, votaría como yo.
Aunque dudó un momento contestó que “No”
—Déjame explicarme—. Le pidió cuando Bella reanudaba la votación. —Quiero decir que no tengo ninguna aversión hacia ti como posible hermana, es sólo que... Esta no es la clase de vida que hubiera elegido para mí misma. Me hubiera gustado que en ese momento alguien hubiera votado «no» por mí—.
Y vi que era verdad. Rosalie era feliz siendo una de los nuestros pero en el fondo de su corazón anhelaba la humanidad casi tanto como yo la deseo para Bella.
La votación prosiguió con Emmett y aunque mi hermano se había mostrado complacido con mi plan inicial dejó escapar un eufórico. ¡Rayos, sí! , esbozando una amplia sonrisa.
—Ya encontraremos otra forma de provocar una lucha con ese Demetri—.
La respuesta de mi madre tampoco me sorprendió ya que ella hace mucho tiempo que consideraba parte de la familia a Bella.
Intercambiaron cariñosas mirada y después de agradecerle Bella continuó con mi padre. De todas las opiniones la de el era la única que verdadera mente me importaba. Estaba seguro que mi padre compartiría mi punto de vista.
Pero mi padre opinaba esta vez igual que Alice y los otros traidores.
Creía que mi actitud era necia y que todos mis problemas se solucionarían si Bella era de una vez, igual a todos nosotros.
—Edward—. Me llamó expectante cuando llegó su turno.
“Lo siento hijo. Verdaderamente no veo otra salida para este problema”
—No—. Le contesté mostrándole mis dientes.
—Es la única vía que tiene sentido—. Me dijo ahora en voz alta. —Has elegido no vivir sin ella, y eso no me deja alternativa—.
Solté la mano de Bella y salí del comedor demasiado indignado para pronunciar palabra alguna.
El amplio espacio de la sala me parecía ahora demasiado pequeño.
No era como creía mi padre, yo no había elegido vivir sin ella, era simplemente que no podía hacerlo. ¿Era tan difícil de comprender?
La rabia nublaba mi mente. Toda la sala daba vueltas mientras trataba de encontrar alguna salida, alguna manera de detener lo que estaba a punto de suceder.
Con mis puños golpeaba mi cabeza.
No podía permitir que fuera condenada sin dar pelea, si ella no lo hacia era mi deber hacerlo.
Giré consumido por la rabia y sin pensarlo, completa mente descontrolado tomé el televisor de plasma de 16 pulgadas que mis padres había traído desde Corea y lo tiré al otro lado de la habitación.
—Bueno, Alice—. Dijo Bella en el comedor — ¿Dónde quieres que lo hagamos?—.
Todo estaba fuera de foco, corrí hacia ella y un segundo mas tarde me encontraba casi sobre ella.
— ¡No! ¡No! ¡NO!—. Le dije fieramente.
No permitiría que mi hermana lo hiciera, además que no podría hacerlo, no hacia falta ver el futuro para saber lo que pasaría.
Como no entendía Bella lo que hacia, se condenaba, se condenaba por toda la eternidad, por que no podía verlo?
— ¿Estás loca? ¿Has perdido el juicio?—. Le grité ahora, incapaz de controlarme, pero ella solo retrocedió tapándose los oídos.
Alice estaba consiente de sus limitaciones y tenía miedo de fallar, sin duda no estaba preparada para hacer algo como eso.
—Lo prometiste —. Le recriminaba Bella.
Tal vez podría recurrir a su falta de experiencia, tal vez no todo estaba perdido.
—Lo sé, pero... Bella, de verdad, no sé cómo hacerlo sin matarte—. Le contesto Alice confirmando mi teoría.
Bella la alentaba mientras que yo lanzaba gruñidos amenazantes, gruñidos que dieron resultado Alice negó con la cabeza mientras retrocedía unos pasos, estaba muy atemorizada.
— ¿Carlisle?—. Llamó Bella.
No por favor, mi padre no.
Todo se salía fuera de control, nada podría hacer para detener a mi padre si el accedía a hacerlo.
Me interpuse entre ambos y sostuve su rostro con una de mis manos fuertemente, obligándole a mirarme mientras extendía la otra tratando de detener a mi padre que se acercaba a ella.
—Soy capaz de hacerlo—. Le contestó este a mis espaldas. — No corres peligro de que yo pierda el control—.
Traté de contener el temblor de mis manos, la estaba perdiendo. Me negaba a que todo terminara de esta manera. En mi propia casa, transformada por mi propio padre.
Pero Bella estaba complacida con la idea de ser transformada por mi padre y desesperadamente traté que recapacitara.
—Espera—. Le pedí entre dientes, ahogando los gritos y la desesperación. —No tiene por qué ser ahora—.
Ella no creía que hubieran razones para no hacerlo ahora pero a mi se me ocurrían una cuantas.
—Naturalmente que sí—. Me contestó indiferente. —Ahora, aléjate de mí—.
Solté su rostro y me crucé de brazos mientras mi mente trabajaba rápidamente, buscando las palabras adecuadas.
—Charlie va a venir a buscarte aquí dentro de tres horas—. Le dije sin mirarla y hablando para los demás también. —No me extrañaría que trajera a sus ayudantes. Vendrá con los tres—.
Hice una pausa para escuchar sus reacciones.
Mi padre ya no estaba tan seguro de transfórmala ahora y seguí exponiendo mi alegato ente dientes, demasiado furioso para hablar normalmente.
—Sugiero que pospongamos esta conversación en aras de seguir pasando desapercibidos—. Le dije directamente a mi padre. —Al menos, hasta que Bella termine el instituto y se marche de casa de Charlie—.
—Es una petición razonable, Bella—. Contestó mi padre.
Bella pensó un momento en nuestras palabras y frunciendo hermosamente los labios dijo que lo consideraría.
Dejé escapar un suspiro. No podía creer lo cerca que había estado. Mi mandíbula se relajó y logré decirle casi normalmente que era mejor que la llevará a su casa. No fuera que por alguna extraña razón se le ocurriera argumentar cualquier otra cosa.
—Sólo por si Charlie se despierta pronto—. Le dije para terminar de convencerla.
Bella se volteó hacia mi padre y le preguntó:
— ¿Después de la graduación? —.
Y mi padre le dio su palabra.
Ella respiró hondo y en medio de una sonrisa me dijo que ya podíamos marcharnos.
Me planté frente a ella y la tomé por la cintura, levantándola levemente. No quería que viera el desastre que había dejado en la estancia.
Emmett estaría verdaderamente inconsolable, el modelo no estaba disponible en el país y debería viajar por otro o esperar a que llegaran.
El bosque y la brisa terminaron de componer mi ánimo.
Me sentí mucho mas tranquilo mientras nos alejábamos de mi casa.
Dejé que Bella trepara a mi espalda y reanudamos en silencio el trayecto hacia su casa.
Solo algunos meses.
Eso era lo que le quedaba de humanidad. ¿Que vivencias puede tener en ese tiempo?
No asistiría a la Universidad, no experimentaría su adolescencia.
La fecha estaba marcada, pero no todo estaba perdido.
Eso era. Debía mantener las esperanzas. Siempre había algo que se pudiera hacer. No me rendiría hasta que todo estuviera completamente perdido. Solo ahí dejaría de luchar por ella, por su humanidad y su alma.
Sin disminuir la velocidad ingresé por su ventana y la dejé sobre su cama.
Ahora lo más inmediato era tratar de aplazar la fecha, lo otro después se vería.
Como un león enjaulado caminé de un lado a otro en su habitación, devanándome los sesos. Debía tratar de negociar esto de los plazos. La graduación estaba prácticamente a la vuelta de la esquina.
—Sea lo que sea lo que estés maquinando, no va a funcionar—. Me dijo Bella distrayéndome un poco con su intuición.
—Calla. Estoy pensando—. Le contesté lanzándole una mirada solapada sin dejar de caminar.
— ¡Bah!—. Dijo mientras se tumbaba en la cama y se cubría con el edredón.
Caminé hacia ella y tiré de la manta mientras me recostaba junto a ella en su cama.
—Si no te importa, preferiría que no ocultaras la cara debajo de las mantas—. Le dije mientras acariciaba su cabello. —He vivido sin ella tanto como podía soportar; y ahora, dime una cosa—.
— ¿Qué? —. Preguntó un poco molesta.
—Si yo te ofreciera cumplir cualquier deseo que tu quisieras, cualquier cosa, ¿qué pedirías?—. Le pregunté.
—A ti—. Me contestó.
Verdaderamente no se podía hablar nada serio con ella.
—Algo que no tengas ya—. Le dije con impaciencia.
Bella lo pensó detenidamente y me sentí mejor al ver que tomaba ahora en serio mis palabras.
Estaba dispuesto a darle todo lo que quisiera, aunque fuera extraño, excéntrico o inalcanzable, no escatimaría recursos para lograr que se diera más tiempo como humana.
—Me gustaría que no tuviera que hacerlo Carlisle... —. Dijo después de unos minutos. —Desearía que fueras tú quien me transformara—.
“Auch”.... Aquello… estaba un poco fuera de mis planes… pero si después de todo y a pesar de todos mis esfuerzos, cuando fuera una verdadera obligación, por ella, por mi familia, por todos… creo que también quisiera que mi veneno corriera por sus venas por siempre. Pero… ¡SOLO!.. cuando no quedara más salida.
— ¿Qué estarías dispuesta a dar a cambio de eso?—. Le dije calculando su respuesta.
Los ojos de Bella brillaron de pronto y soltó las palabras que esperaba oír.
—Cualquier cosa—.
¿Por que no siempre podía ser igual de predecible? Creo que todo sería mucho más sencillo. Traté de no mostrar mis emociones. Contuve la enorme sonrisa que luchaba por dibujarse en mis labios y comencé con la puja:
— ¿Cinco años?—. Lancé de una vez de ahí podría ir negociando.
Y como supuse, a Bella no le pareció para nada una buena idea el esperar tantos años, según ella. Pero había dicho «cualquier cosa».
—Sí, pero vas a usar el tiempo para encontrar la forma de escabullirte. He de aprovechar la ocasión ahora que se presenta. Además, es demasiado peligroso ser sólo un ser humano, al menos para mí. Así que, cualquier cosa menos eso—.
¿Como que «todo menos eso»? Y claro que usaría el tiempo, pero no para “escabullirme”, como si yo fuera una cucaracha o algo por el estilo.
— ¿Tres años?—. Seguí negociando.
— ¡No!—. Lanzo Bella cruzando sus brazos sobre su pecho como una niña malcriada.
— ¿Es que no te merece la pena?—. Pregunte un tanto molesto ahora. Pero no debía molestarme, con ello solo conseguiría que Bella se encaprichara aún más con el asunto.
— ¿Seis meses?—. Me dijo sin mirarme.
¿Que eran seis meses? ¿Que podía hacer en seis meses? No era bastante. Seis meses estaba completamente fuera de discusión.
—En ese caso, un año—. Dijo contraatacando. —Ése es mi límite—.
Ok… Recapitulemos… ¿En que momento había perdido el control sobre este asunto? Se suponía que yo estaba transando los tiempos y todo eso….
—Concédeme dos al menos—. Le dije casi suplicante.
Pero Bella no estaba dispuesta.
—Voy a cumplir diecinueve, pero no pienso acercarme ni una pizca a los veinte—. Dijo que si yo tendría menos de veinte para siempre, ella también los tendría.
Y por primera vez pensé sería y detenidamente en eso de “convertirla”.
Los Vulturis eventualmente vendrían o enviarían a alguien. Carlisle ya había accedido ¿Y que podía hacer… raptarla? Como si se pudiera obligar a algo a Bella.
—De acuerdo—. Le dije pensando en como aprovechar lo que tenía en contra. —Olvídate de los límites de tiempo. Si quieres que sea yo quien lo haga, tendrás que aceptar otra condición—. Si las cosas debían ser así, se harían a “Mi” manera.
Y lo haríamos de la manera correcta… por lo menos, correcta según mi punto de vista.
— ¿Condición? ¿Qué condición? —
Ahora estaba completamente seguro. De pronto todo parecía más fácil, sin embargo me sentí repentinamente nervioso.
—Casarte conmigo primero—. Le dije mirándole a los ojos.
Pero Bella no contesto.
Solo se quedó ahí, en silencio por un momento. Esperando no se que cosa.
No recuerdo en que momento yo había dejado de respirar, pero solo volví a hacerlo cuando ella por sin habló.
—Vale, ¿cuál es el chiste?—.
—Hieres mi ego, Bella. Te pido que te cases conmigo y tú piensas que es un chiste—. Le dije más lastimado de lo que le había dejado ver mientras que ella me pedía que fuera serio.
Le dije que mis palabras eran verdaderas pero ella seguía sin creerme.
Casi histérica me recordó que tenía dieciocho años, pero no le pedía que nos casáramos
Mañana…
Además yo estaba casi por cumplir cinto diez años y era hora de sentar cabeza.
Bella desvió la mirada sin contestarme.
No me sorprendía el que no quisiera casarse, no después de todo lo que me había contado sobre el matrimonio de sus padres, pero por mi parte tenía muy buen ejemplo sobre ese asunto.
Carlisle y Esme llevaban casi ochenta años juntos y aún se aman. Estaba seguro que con nosotros seria de igual manera.
—Verás, el matrimonio no figura precisamente en la lista de mis prioridades, ¿sabes? Fue algo así como el beso de la muerte para Renée y Charlie—.
—Interesante elección de palabras—. Le contesté pensando un poco en sus palabras.
—Sabes a qué me refiero—.
Me negaba a creer que tuviera miedo al compromiso. Además no entendía muy bien todo aquello. ¿Acaso no quería transformarse para estar junto a mi toda la eternidad? ¿Y si era así entonces por que no quería casarse con migo?
—No es eso exactamente—. Contestó a la defensiva.
Al parecer temía la opinión de su madre. Según Bella, ella tenía convicciones muy profundas contra el matrimonio antes de los treinta, Sin embargo no había visto nada en su mente aquella…. vez…. En el hospital……
Tenía la certeza que todo aquello solo eran excusas para no aceptar mi propuesta, porque eso era en definitiva lo que ella estaba haciendo, estaba rechazándome.
—Preferiría que te convirtieras en una eterna maldita antes que en una mujer casada—. Le dije riendo pero sin alegría, mas bien con pena.
Le había propuesto la idea con el fin de disuadirla sobre todo este asunto de ser vampira, pero creo no me esperaba una reacción como la que estaba teniendo.
Creo que sin quererlo, esperaba que ella saltara de felicidad y aceptara de inmediato.
Eso me habría hecho inmensamente feliz.
Sin buscarlo, había sacado las palabras que verdaderamente guardaba en mi corazón.
Quería, anhelaba que Bella fuera mi esposa.
—Te crees muy gracioso—. Dijo Bella como respuesta a mis quejas sobre su madre.
Traté de explicarle que no había comparación entre el nivel de compromiso entra la unión marital y el renunciar a su alma inmortal a cambio de convertirse en un maldito vampiro por todo la eternidad.
—Si no tienes valor suficiente para casarte conmigo, entonces... —.
Entonces no permitiría que mi padre la transformara, pero Bella no me permitió decir aquellas últimas palabras ya que me interrumpió para decir desafiantemente:
— ¿Qué pasaría si lo hiciera? ¿Y si te dijera que me llevaras a Las Vegas ahora mismo? ¿Sería vampiro en tres días? —.
Claro que eso nunca pasaría, pero seguí su juego, divertido por sus palabras.
—Seguro. Voy por mi coche—. Le dije ahogando una carcajada.
Me incorporé rápidamente de la cama caminando hacia la ventana.
— ¡Caray!—. Soltó Bella. —Te daré dieciocho meses—.
Me detuve al medio de la habitación y sin voltearme le dije que no había trato. Seguro que podía llegar hasta los dos años.
—Me gusta esta condición—. Le dije ahora volteándome al hablar.
—Perfecto—. Dijo cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado. —Tendré que conformarme con Carlisle después de la graduación—.
—Si es eso lo que realmente quieres... —. Le dije mostrándome indiferente y dedicándole la más “deslumbrante” de mis sonrisas.
Sabía perfectamente cuando deseaba que yo mismo la transformara.
Sí, era verdad, estaba jugando sucio pero como dice el dicho…“En la guerra y en amor…. todo se vale” Y ahora esto era una guerra, una guerra por salvar su alma.
Bella se quejaba de que yo era imposible, que era un monstruo y me pregunté si la verdadera razón por la cual no quería casarse con migo era esa misma… El que yo fuera un monstruo.
Caminé hacia ella, hasta su cama y me incliné sobre ella. Muy cerca contemplando sus hermosos ojos que ahora parecían mas grandes que nunca.
Parpadeó varias veces nerviosamente.
—Bella, ¿por favor...?—. Le dije suavemente. Extrañaría aquellas reacciones, extrañaría el exquisito rubor que subía por su rostro.
Extrañaría que olvidara respirar cada vez que me acercaba un poco más a ella. Sin embargo también quería que aceptara mi propuesta. Es verdad que no había sido una propuesta como correspondía pero de todas maneras contaba.
— ¿Saldría esto mejor si me dieras tiempo para conseguir un anillo?—. Le dije pensando el anillo perfecto para ella.
— ¡No! ¡Nada de anillos!—. Contestó casi gritando.
No lo podía creer.
Había logrado despertar a su padre. El se desperezó sobre la cama y de dispuso a levantarse.
—Será mejor que me vaya—. Le dije tristemente.
Quería estar con ella, aunque fuera para discutir pero quería estar con ella, pero Bella tampoco quería estar lejos de mi y como siempre, terminé metido en su armario.
El Jefe Swan no demoró en llegar a la habitación.
Y suavemente trató de abrir la puerta.
Bella le saludó con un simple “Buenos días”
Me sorprendió su actitud desenvuelta al hablar. Pensé que le pediría disculpas o algo por el estilo pero parecía como si tratara de pasar por algo el hecho de fugarse de casa.
—Espera—. Le dijo su padre cuando ella bajaba de la cama para ducharse. —Hablemos primero un minuto. Estás metida en un lío, ya lo sabes—.
—Sí, lo sé—. Le contestó.
Su padre estaba muy molesto, había sufrido verdaderamente estos últimos días. No solo había tenido que enfrentar el funeral de su buen amigo Harry, además había tenido que vivir con la incertidumbre de no saber el paradero de su hija. Por un momento me puse en sus zapatos y me sentí muy mal por el.
—Jacob sólo pudo decirme que te habías ido pitando con Alice Cullen y que pensaba que tenías problemas. No me dejaste un número ni telefoneaste. No sabía dónde estabas ni cuándo ibas a volver, si es que ibas a volver. ¿Tienes alguna idea de cómo...? —
Se detuvo un momento para tomar aire ya que no había respirado ni una sola vez desde que había empezado a hablar. No podía ver su cara ya que encontraba de espaldas al armario, pero por su tono de voz, comprendí que decir esas palabras le estaba costando gran trabajo.
— ¿Puedes darme algún motivo por el que no deba enviarte a Jacksonville este trimestre? —
Prosiguió amenazante.
Pero la reacción de Bella creo que nos tomó a los dos desprevenidos.
Se sentó en la cama muy resuelta, se cubrió con el edredón con un movimiento un tanto violento y le contestó:
—Porque no quiero ir—.
Supongo que a esas alturas su padre estaba ahora muy, pero muy molesto.
Era difícil tratar de leer sus pensamientos, imágenes, sombras, solo pequeños fragmentos de sus pensamientos. Pero lo que lograba ver me demostraba que en todos estos meses que llevaban juntos, Bella jamás le había hecho frente de esta manera. Sin duda que estaba un tanto sorprendido.
Trató sin éxito de retomar su rol de padre, pero Bella no le daba respiro.
—Espera, papá, acepto completamente la responsabilidad de mis actos y tienes derecho a castigarme todo el tiempo que quieras—. Le dijo Bella seca pero firmemente.
Haría las tareas domesticas, hasta que Charlie pensara que ya era suficiente castigo.
—Y supongo que estás en tu derecho de ponerme de patitas en la calle, pero eso no hará que vaya a Florida—.
Su padre ahora tenía serias complicaciones para respirar y mantenía sus puños apretados. Creí que explotaría en cualquier momento.
Pero después de inhalar profundamente en repetidas oportunidades logró formular las preguntas para las cuales no estábamos preparados.
— ¿Te importaría explicar dónde has estado? —.
Bella comenzó a balbucear nerviosamente tratando de contarle lo que había sucedido, a medias claro esta.
Me tapé la boca ahogando la risa que me provocaba la escena.
Bella se veía tan nerviosa y su boca articulaba palabras sin sentido.
Sin embargo yo también había sentido aquella desesperación. Compartía su angustia, su preocupación… Pobre Charly.
Para entonces Bella había terminado de explicarle, lo mejor que pudo el asunto del viaje y lo que gatillo todo el problema.
— ¿Intentabas suicidarte, Bella? —. Le preguntó casi en un grito su padre.
Bella le aclaró que solo se estaba divirtiendo con… con… Jacob Black… praticando salto de acantilado. De solo imaginar aquello sentí un escalofrío recorriendo mi espalda.
—Los chicos de La Push lo hacen continuamente. Lo que te dije, no fue nada—.
Pero en vez de tranquilizarlo sus palabras, parecía como si causaran el efecto contrario.
—De todos modos, ¿qué importa Edward Cullen?—. Le dijo furioso. —Te ha dejado aquí tirada todo este tiempo sin decirte ni una palabra—
Bella me defendió frente a su padre, como si fuera posible defender lo indefendible. Merecía su desprecio y no le gustó la idea de que volviéramos a Forks.
Le pedía que se alejara de mí, que no le convenía, que no confiaba en mí.
—No quiero que vuelva a arruinarte la vida de ese modo—. Le dijo casi suplicante.
—Perfecto —. Contestó Bella.
Eso estaba bien, supongo. Sin duda que era lo más sensato de su parte pero estaba seguro que no lo haría.
¿Eso era lo que ella quería? Que fuéramos amantes en secreto. Sin duda que no podría hacerlo, no ahora que la tenia de vuelta.
Pero después de un momento Bella nos aclaró ese “Perfecto”.
—Lo que pretendía decir es: «Perfecto. Me iré de casa»—.
Los dos estaban que echaban humos. Afortunada mente Bella recapacitó y empezó a relajar su actitud.
—Papá, no deseo irme de casa—. Le dijo ahora mucho mas tranquila y conciliadora. —Te quiero y sé que estás preocupado, pero en esto vas a tener que confiar en mí. Y tomarte las cosas con más calma en lo que respecta a Edward, si quieres que me quede. ¿Quieres o no quieres que viva aquí? —
Wow… tendría que cuidarme de aquel tono, seguro que obtendría cualquier cosa de mi si lo utilizaba con migo.
Su padre respondió a sus suaves palabras y el también se tranquilizo Decía que no era justo que ella lo chantajeara de esa manera, no quería que se marchara.
—Entonces, pórtate bien con Edward, ya que él va a estar donde yo esté —. Le dijo ahora firmemente.
Pero su padre seguía convencido de su aversión hacia mi y le dijo que bajo su techo no lo haría.
—Mira, no voy a darte ningún ultimátum más esta noche, bueno, más bien esta mañana. Piénsatelo durante un par de días, ¿vale? Pero ten siempre presente que Edward y yo vamos en el mismo paquete, es un acuerdo global—.
Su padre trató inútilmente de debatir sus palabras pero Bella no le permitió seguir hablando. Le pidió que lo pensara.
—Y mientras lo haces, ¿te importaría darme un poquito de intimidad? De verdad, necesito una ducha—.
Y eso fue todo lo que su padre pudo hacer.
Me sentía terrible al pensar que todos aquellos malos ratos eran por mi causa, por mi ceguera. Por no poder ver lo que realmente pasaba.
Por mi sordera al no escuchar a las personas que me aman.
Y por mi estúpida manía de creer que siempre tenía la razón.
Su padre salió de la habitación en medio de un gran portazo. Apenas bajó un par de escalones salí de armario y me senté sobre su silla.
Bella al verme se disculpó en un susurro, pero el único que debía disculparse era yo.
Le pedí que no se molestara con su padre, si debía estar enojada era con migo no con su padre que solo trataba de protegerla.
—No te preocupes por eso—. Me dijo aún nerviosa por la discusión, mientras iba por su cuarto agarrando cosas. —Haré todo lo que sea necesario y nada más. ¿O intentas decirme que no tengo ningún lugar adonde acudir? —.
Dejó de moverse y se detuvo en el centro del dormitorio para mirarme ahora directamente a los ojos.
— ¿Te mudarías a una casa llena de vampiros? —. Le pregunte aún sabiendo la respuesta.
Ella creía que sería el lugar más seguro para alguien como ella.
—Además, no hay necesidad de apurar el plazo de la graduación si Charlie me pone de patitas en la calle, ¿a que no? —.
Mi cuerpo se tensó al oír sus palabras.
No entendía su deseo por morir tan joven. Por que eso era lo que en realidad haría, moriría.
Su vida estaría vinculada eternamente a la noche o sujeta al estado del tiempo. Luchando, luchando día a día contra la sed.
Contra una sed que solo se logra vencer con la muerte de un inocente, de un débil, de un desprotegido.
Aunque no nos alimentemos de humanos no significa que no deseemos hacerlo, el deseo esta escondido, subyugado, dominado casi por completo.
Nuestros demonios están atados a nuestra conciencia, pero aún así existen.
No dejan de existir nunca y nos acompañan para siempre.
Me negaba a que se cumpliera su condena, aún cuando quisiera tenerla junto a mi por siempre.
—Menudas ganas tienes de condenarte eternamente—. Le dije, tratando inútilmente una vez más que comprendiera lo que realmente arriesgaba.
—Sabes que en realidad no crees lo que dices—.
— ¿Ah, no?—. Le dije deteniendo el balanceo de la silla sin dejar de mirarla.
—No—.
¿Cómo podía decir eso? ¿Qué creía que yo estaba tratando de hacer todo este tiempo?
— Y se puede…—. Logré decir porque ella me interrumpió.
Me habló de lo sucedido en Volterra cuando me detuvo justo antes de salir a los rayos del sol. Yo había pensado que estaba muerto y que ella estaba junto a mi.
—Dijiste: “Asombroso. Carlisle tenía razón”. Después de todo, sigues teniendo la esperanza—.
Me quedé ahí, casi con la boca abierta por el asombro. No podía creer que me atacara con eso, sin duda que no era justo. Pero tenía razón. Busqué mi muerte con el fin de seguirla a donde fuera, aún sin ilusiones al respecto. Había creído, a punta de desesperanza que si existía una vida después de nuestra muerte y que la viviríamos juntos al igual que esta.
—De modo que los dos vamos a ser optimistas, ¿vale?—. Me dijo seriamente. —No es importante. No necesito el cielo si tú no puedes ir a él—.
Sus palabras eran necias, ridículas.
Sin duda que era lo mas tonto que había escuchado en toda mi existencia.
Pero juraría que mi corazón dio un pálpito cuando terminó de hablar.
Escuche sus palabras como un creyente que asiste a la iglesia, como un sediento que escucha un río cercano.
La escuche como un hombre enamorado.
Lentamente camine hacia ella, con todo mi amor mas intenso y fuerte que nunca.
Tomé su rostro entre mis manos, sin dejar de sentirme entupidamente feliz.
—Para siempre —. Le prometí mirándola a los ojos.
Había abierto mi ser para ella y ahora éramos uno.
Nunca me permitiría volver a perderla.
Nunca le daría la chance al destino para alejarme nuevamente de ella.
Pelearía por ella, ya nunca más sería un cobarde y un temeroso del destino.
Nunca más estaría temeroso de lo bueno o lo malo.
Vi su rostro acercarse hacia el mío.
Incline mi cuerpo permitiéndole llegar hasta mis labios y sentí su contacto y sus manos contra mi pecho.
Solo Bella junto a mí sin importar el resto o el mañana.
Solo ella por siempre.